capítulo 3: Querido Amor

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Versión corregida y mejorada....creo
Capítulo corto

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Narrador: Lucerys Velaryon

Pasaron varias lunas y, a pesar de tener dudas sobre mi desaparición durante esos tres días, decidí dejarlo atrás y no darle demasiada importancia a tonterías. Al final, llegué a la conclusión de que simplemente estuve durmiendo y sería mejor abandonar la posibilidad de una amistad con Aemond. Tenía otras preocupaciones más importantes, ya que mi salud no estaba en buen estado. La reina me llamó la atención con preguntas incómodas, lo cual me alentó a que Aemond me obligara a ser atendido por un maestre, quien resulta ser un amigo confiable y sabio. El maestre me aseguró que me atendería en mis aposentos y que no habría problema, pero estaba solo con Aemond como vigilante, quien estaría atento a los movimientos o palabras del maestre para informarle a la reina.

"Yo le informaré personalmente a la reina Alicent, quiero decir... sobre lo que el maestre decida", expliqué sin mirar a Aemond, y me alejé de él moviendo la silla lo más lejos posible.

"¿Por qué estás nervioso?" preguntó con su característica tranquilidad. Cuando levanté la cabeza para mirarlo, noté una pequeña sonrisa macabra y rogué a los dioses que el maestre llegara pronto para poner fin a este incómodo momento.

"Las malas lenguas dirán que un omega y un alfa solo hacen una cosa estando a solas", me alejé aún más hasta quedarme junto a la puerta, dándole la espalda y sintiéndome más seguro allí. Para mi sorpresa, Aemond se acercó a mí y se frotó ligeramente contra mí, susurrándome al oído.

"Deberíamos hacer realidad tus pensamientos y miedos", proclamó Aemond mientras subía su mano hasta mi cuello y depositaba un beso cálido.

"Tío, aléjate o podrías lastimarme", afirmé apoyándome en la puerta y empujando con todas mis fuerzas para apartar las atrevidas manos del persistente alfa. Sin embargo, mi fuerza era inferior a la de Aemond, quien ni siquiera se inmutó ante mis inútiles intentos de forcejeo.

"Como dicen los señores de las grandes casas, un omega bastardo es mejor que uno legítimo, y ahora entiendo sus palabras. Finges inocencia, pero sabes que te entregaste a mí por tu propia voluntad. Lo que ocurrió es algo que deseas desde que eras un omega casto y puro", dijo Aemond mientras liberaba sus feromonas y sus manos audaces desabrochaban los botones uno a uno, deslizándose hacia mi pezón. Lo que más me aterra es que nunca hice nada para tener sus manos o sus dedos explorando cada parte de mí.

Mis mejillas ardían como fuego en una caldera, mientras mi pecho se consumía por dentro. Susurré pidiendo más, sintiéndome sucio pero a la vez verdaderamente deseado por aquel alfa. Percibía que él también estaba excitado, tal vez incluso más que yo. En un instante, Aemond giró y me tomó del rostro, obligándome a besar sus labios. Jadeé por la fuerza que ejercían sus dedos en mis mejillas.

"Lucerys, eres mío", afirmó con voz ronca al separar nuestros labios, aunque un hilo invisible nos unía levemente. Me volteó para besar mi rostro y acariciar mis labios. "Acepta que eres mío y perdonaré nuestra deuda".

A lo lejos, distinguí el canto del maestre acercándose, y lo aparté para abrir las ventanas, desesperado por hacer desaparecer los olores. Aemond volvió a su posición, con los brazos detrás de la espalda, sin preocuparse por ayudarme.

"Lucerys", habló con normalidad desde lejos. Ignoré sus llamados y continué moviendo una pequeña manta para despejar las feromonas. Persistió y volvió a nombrarme.

Me perteneces Lucerys [Lucemond]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum