Lee Taeyong, dieciséis años. Tiene buenas notas, aunque se saltea las clases y se cree rebelde. Siempre anda con su skate hacia todos lados y viste como delincuente juvenil. Realmente lucía como uno, pero cuando se ponía gafas era otra historia, parecía más un pequeño y adorable nerd.
Razón por la que nunca las usaba.
Los únicos que sabía que usaba gafas eran sus mejores amigos y su madre, por supuesto. Para los demás era algo que deseaba que jamás se enterasen.
—Buenos días —Dijo el profesor Qian cuando Taeyong entró al salón, veinte minutos tarde y sin siquiera saludar.
El joven se encogió de hombros y se sentó, apoyando su mochila sobre el pupitre. Sus compañeros le restaron importancia porque ya estaban acostumbrados a verlo comportarse como un imbécil.
—Buenos días, Ten —Saludó al pelinegro.
—Qué tal, Yongie —Respondió con una leve sonrisa —Creo que el profesor Qian te odia.
—A ti te ha de odiar más —Rió de forma sarcástica echando su cabeza hacia atrás.
Comenzó a tirar papeles por ahí y a moverse entre bancos, molestando o simplemente descontrolando a los demás. Ya sea por las risas o el alboroto que había, el profesor se hartó de la misma situación de siempre.
— Lee, te vas a dirección. Ahora.
— ¿Yo? ¡Pero si ahora no hice nada! —Preguntó un joven de cabellos rojos.
— Tú no, Donghyuck —Bufó mientras algunos reían —Lee Taeyong
El rubio asintió, soltando una risita altanera. No habían pasado ni diez minutos de clase y ya lo sacaban, mientras el profesor miraba hacia otro lado aprovechó para llevarse su mochila consigo.
¡Qué miedo, el director! pensó, hace rato no iba a dirección y en ese lapso de tiempo, el fósil que regía la escuela se había jubilado, por lo que todavía no había conocido al nuevo. Tan sólo sabía que se llamaba Jeong Jaehyun.
Se despidió de sus amigos quienes eran todos, exceptuando a Ten, igual o más flojos que él. Siempre se podía zafar del profesor Qian si Ten estaba cerca. Sospechaba que su profesor tenía una cierta atracción por el tailandés aunque éste no se diera cuenta porque su inocencia superaba los límites.
Cerrando la puerta, comenzó a caminar por los pasillos en dirección hacia la oficina del director. Una vez estuvo frente a la puerta, tocó y pronto se escuchó una voz grave que le puso la piel de gallina.
— Pase.
— Uhm... Hola... S-Soy Lee Taeyong... —Balbuceó, de repente se había puesto nervioso y las palabras no le salían.
No podía creer lo lindo que era el nuevo director del colegio. Se veía joven y dios mío... Ahora debía hablar con él por su estúpido e inadecuado comportamiento en clase.
¿Por qué no me traga la tierra?
— ¿Qué te trae por aquí, Lee Taeyong? —Dijo, con una expresión tan neutra que asustaba.
— E-El profesor Qian me envió —Tragó saliva.
— ¿Por qué? —Habló con una ceja levantada.
— Por mi mal comportamiento en clase, director Jeong —Bajó la mirada.
Jaehyun se paró de su cómoda silla y observó al joven frente a él más detalladamente. Un rubio bonito y con ojos de cachorrito asustado, nada parecido al rubio con sonrisa altanera que se veía tonteando en los pasillos. Llevaba observándolo desde que asumió el cargo de director y maldición, era una tentación a la que terminaría cediendo tarde o temprano. Ese niño era cautivante y tenerlo en ese estado...
