La rubia soltó su cabello para aferrarse al hombro de la morena y Amelia lo apartó de su rostro para admirarla por última vez en aquel encuentro carnal antes de volver a aferrarse a su culo, metió sus dedos sintiendo como Luisita copiaba sus acciones y parpadeaba repetidas veces mientras su propia piel se erizaba. Iban ambas al mismo ritmo y ninguna dijo nada, no hacía falta.

Luisita vio en aquellos ojos perdidos en el placer, el deseo de perderse allí por completo, mientras Amelia con algo más que el corazón acelerado buscaba poder sacar fotografías instantáneas de aquel momento. Seguían sin perderse de vista, incluso cuando los gemidos se volvieron mucho más audibles y la sensación de hormigueo se esparcía por sus cuerpos sin poder detenerlo.

Amelia escondió su rostro en el cuello sudoroso de Luisita mordiendo la piel a su alcance cuando su cuerpo entero se tensionó y aprisionó los dedos de su amiga en su interior, mientras Luisita cerraba los ojos por fin arqueando la espalda y abrazándose más a su amiga que decía su nombre susurrado y rondo al oído. Le dolía el antebrazo por el esfuerzo, pero más el saber que aquel encuentro había acabado después de ese orgasmo sereno y al mismo tiempo tan intenso.

Amelia entre tanto mientras volvía a la vida con la respiración pesada, le dejó una ristra de besos en la clavícula, cuello y mejilla, antes de abrazarla también y tumbarlas a ambas en la cama, con las piernas temblorosas encontró el edredón de la cama y lo puso por encima de ellas cuando el calor de sus cuerpos naturalmente empezó a diluirse en el aire, estiró el brazo y apagó la lampara.

Ninguna de las dos dijo nada, solo se quedaron abrazadas antes de caer dormidas y al despertarse volvieron a sus rutinas como si allí no hubiera pasado nada cuando ambas sabían que había pasado de todo.



Se miraron ambas tumbadas la una al lado de la otra deleitándose en los detalles de aquella noche y una vez más no dijeron nada. - ¿Algo que agregar? - Preguntó Luisita.

-De haberlo sabido entonces, te habría besado mucho más. - Confesó Amelia.

Haciendo sonreír a la rubia de nuevo. - De haberlo sabido entonces, no te habría dejado ir. -

-Pero entonces pasó Parker. -

-Y yo conocí a Cristóbal. -

Suspiraron en unísono

-Pareciera que nunca era el momento. -

-O tal vez no queríamos. - Amelia se encogió de hombros. - De cualquier forma, un Cristóbal no podría compararse a una Sofía. - Se sentó de nuevo.

-El día de la playa...





Acabó de la forma menos esperada, Luisita y Amelia estaban sentadas la una frente a la otra un tanto lejos y aun así sus miradas no se equivocan, sus ojos no se habían desprendido de la otra en cuanto aquella canción les había traído el recuerdo de la noche en que dieron rienda suelta a sus deseos y justo en la ensalada de todo el mundo incluyendo la de Sofía que sentada al lado de su novia no podía dejar de verla y aun así no darse cuenta de lo que estaba pasando frente a sus ojos.

La canción terminó y fue como si su momento una vez más terminara de partir, Luisita espabiló como saliendo de un trance para luego mirar a su novia y sonreírle tiernamente a lo que sea que esta le estuviera diciendo, mientras que del otro lado Amelia desviaba la vista al mar otra vez sintiendo como la brisa azotaba su cabello, sintió que alguien más se le sentaba al lado, miró encontrando a Andrea. - ¿Qué piensas? - Preguntó la pelirroja.

Amelia suspiró profundamente. - Creo que he estado enamorada de ella desde la universidad. - Susurró mirando a lo lejos. - Y creo que ella también lo estaba de mi para entonces. - Se mordió el labio.

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