🌀 CAPÍTULO 1 🌀

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Elizabeth

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Elizabeth

—Queridos invitados, gracias por asistir a esta cena tan importante para mi esposa y para mí —dijo el duque Petit. A pesar de lo que sugería su apellido, era un hombre alto que usaba más maquillaje que su propia esposa y llevaba un ridículo peluquín blanco.

Todos los invitados estaban reunidos en un enorme salón, iluminado por las nuevas velas del candelabro de araña. Sentados en una larga mesa de unos doce metros, cada persona lucía sus mejores galas junto a sus parejas. El duque Petit, de pie junto a su asiento, hablaba mientras todos lo observaban con atención.

—Como ya saben, estos últimos días han sido complicados debido a las incursiones de esos malditos piratas. Afortunadamente, gracias a mis generales y guardias, hemos dado la orden de capturarlos y llevarlos a juicio. Pero, como todos sabemos, ningún pirata podrá escapar de su destino.

—¿Y cuál es la sentencia para esos rufianes? —preguntó el señor Brown.

—La horca, por supuesto. Es lo que merecen por sus crímenes y por el simple hecho de ser piratas —respondió el duque con firmeza.

—Duque Petit, ¿podría dar mi opinión sobre este asunto? —interrumpió una mujer de cabello rubio, elegante y serena.

—Adelante —dijo el duque, aunque su tono reflejaba algo de fastidio.

—Lo que me gustaría señalar es que no todos los piratas cometen crímenes —afirmó, provocando que la mirada de los presentes se tornara confusa y, en algunos casos, molesta—. Hay piratas que solo navegan por los mares vendiendo objetos de buena suerte o comerciando con ámbar gris, que se dice que ayuda a encontrar una pareja digna. Incluso hay niños que han crecido como piratas sin haber cometido delitos. ¿A ellos también piensa condenarlos a la horca?

Las miradas de los invitados se clavaron en ella, algunos con incredulidad, otros con desdén.

—Es el hijo de un pirata; es claro que seguirá sus pasos y deberá morir... —murmuró uno de los presentes.

—Pero como mencioné, no todos los piratas cometen crímenes —interrumpió ella.

—Señorita, ¿insinúa que...?

Elizabeth se levantó de su asiento, mirando fijamente al duque.

—Sí. No todos los piratas cometen crímenes. Pero hay ocasiones en las que es necesario, y esta es una de esas ocasiones.

De repente, varios de los invitados desenfundaron espadas y pistolas, apuntando a los demás comensales. Eran piratas que se habían infiltrado en la fiesta, y entre ellos estaba Elizabeth, que había subido a la mesa con agilidad. Caminó sobre los platos y copas derramando vino, mientras su vestido azul resaltaba el gris de sus ojos.

El duque Petit no podía apartar la mirada de ella. Su belleza lo fascinaba, pero lo que más lo impactaba era verla blandir una espada con tanta confianza.

Contra tiempo ✔ [#2]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant