Capítulo 131. Resentimientos

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Pese a eso, Matilda sí estaba un poco más enterada de la vida de su hermano, desde aquel momento hace poco menos de ocho años en el que había elegido aceptar su repentina solicitud de amistad en Facebook. Y no era que acostumbrara pasearse bastante en su perfil, pero al parecer él y su actual esposa eran de los que acostumbraban subir fotos de casi todo lo que hacían, así que inevitablemente se había ido cruzando con más de algún momento en sus vidas; algunos de los que hubiera preferido no saber tanto.

—Delicioso —señaló Michael, apuntando con su tenedor a lo que quedaba del plato—. ¿Segura que no quieres? Quedó un poco en la olla.

—Ya cené —respondió Matilda con voz escueta.

Michael se encogió de hombros y siguió comiendo.

—No sé cómo puedes mantener esa figura tan esquelética si la Srta. Honey cocina tan rico.

Matilda respiró lento por su nariz, intentando no perder la calma, justo como había estado haciendo durante todo ese rato. En el fondo estaba segura que había intentado hacerle algún tipo de cumplido con eso.

—Cuidando lo que como y lo que no, mayormente —respondió con cierta indiferencia—. ¿Viniste solo?

—Sí —asintió Michael, aún con media porción en la boca—. Cheryl y el pequeño Mike se quedaron en casa. El chico tenía escuela, y además estos asuntos no son para niños.

Antes de que comenzara su escueta interacción por redes sociales, Matilda se había enterado, más por terceros, que Michael había contraído matrimonio hace unos años; y sólo unos meses después nació su hijo, Mike. No se tenía que ser un genio para saber cuáles fueron las circunstancias por las que dicho matrimonio se había dado en un inicio. Matilda no conocía la nueva Sra. Wormwood en persona, pero por las fotos y videos que había llegado a ver, le resultaba casi aterrador el parecido que tenía con una versión rejuvenecida de su madre biológica; pero eso no era algo que estuviera dispuesta a señalarle a su hermano ni aunque le pagara por una sesión.

Del pequeño Mike sabía incluso menos. Para esos momentos debía tener ocho o nueve años, y al menos en el par de fotos que había logrado ver, parecía ser un niño bien parecido. En una de ellas incluso parecía haber ganado el listón azul en alguna feria de ciencias, o eso le había parecido a Matilda. Lo que más se le quedó grabado, sin embargo, era que Michael aparecía a su lado con una sonrisa llena de orgullo. Era una escena que contrastaba bastante con la imagen que tenía en su cabeza de cómo sería la familia de su hermano mayor. Se había imaginado prácticamente una versión 2.0 de la familia Wormwood que ella misma había conocido, y su elección de esposa no le ayudaba mucho a cambiar esa idea. Y aunque en parte no descartaba del todo que así fuera, aquella foto en concreto le había dado ciertas... esperanzas.

—¿Y cómo están? —preguntó Matilda con genuino interés.

—Oh, genial, genial —respondió Michael con ímpetu—. Ya se adaptaron a Chicago; les encanta. La casa nueva es bellísima. Deberías verla... Bueno, si alguna vez te dignas a visitarnos.

La recriminación oculta en esas últimas palabras, en realidad no estaba tan oculta.

—Ah, ya no me dedico a la venta de autos, por cierto —se apresuró a comentar Michael antes de que Matilda tuviera oportunidad de decir algo.

—Oh, qué bueno... —exclamó Matilda con sincero alivio. Le resultaba un tanto preocupante las elecciones de vida que estaba tomando, tan obviamente parecidas a las de su padre.

—Ahora tengo una distribuidora de autopartes de lujo —añadió Michael con marcada jactancia, destruyendo casi de inmediato el poco alivio que le había proporcionado a su hermana.

Resplandor entre TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora