Me sudaban las palmas y las secaba con la tela del delicado vestido que recubría mis piernas, sin importarme que quizás haya manchado parte del raso, pensando en alguna estrategia válida para que Dereck reconsidere quedarse en la cabaña. Él tenía razón, las posibilidades de que nos descubran juntos ante las puertas de ese hotel eran más probables que hallar a Zack Pierce en la ciudad. Algo claramente evidente. Y aquello me aterraba, porque amaba al muchacho que se hallaba sentado a mi lado inhalando hondo reiteradas veces solo para calmar su estado ansioso, decidió en acompañarme a su propia tumba segura.

- Y aun sabiendo que eso puede llegar a suceder... - me costaba modular - ¿Quieres acompañarme?

- Tu padre es un hombre capaz de cualquier cosa. A estas alturas ya deberías entenderlo más que nadie.

- Lo entiendo, Dereck – reacomodo mi postura, volteando casi todo mi cuerpo en su dirección y divisándolo con intensidad -. Y por esa misma razón es que no quiero que vengas conmigo esta noche.

- No pienso dejarte sola. No pienso dejarte sola nunca más.

Sus ojos azules iluminados por la tenue luz del artefacto destellaban en la enorme oscuridad que nos contemplaba en silencio. Aquellos dedos habían dejado de teclear en el momento que el mensaje fue enviado a su destinatario, pero no le prestaba atención alguna a la respuesta que había aparecido en la pantalla, despejando cualquier tipo de sonido ambiental o contaminación visual para centrarse en mi voz quebradiza.

- Voy a estar sola allí dentro – le recuerdo -. Prefiero que me ocurra algo a mí antes de que te lastimen a ti.

- Yo te lastime primero – voltea todo su cuerpo libre de seguridad en mi dirección, tomando con agilidad mi cara entre sus manos y obligándome con cuidado a que lo mirase -. Si algo debe ocurrirme, sea esta noche o durante los siguientes días, será por protegerte. Déjame enmendar mi error, aunque sea una mínima parte. Porque te juro, Samanta, juro que si algo te ocurre en manos de tu padre, puedo hacer que arda más de lo que ya ardió en su pasado. Puedo ser peor, mucho peor.

Todo a su alrededor se oscureció. El color negro poseyó sus retinas y el color cielo que recubría su iris desapareció con el conteo de cada segundo en que despedía aquellas palabras mortales por sus labios rosáceos. Era una declaración de amor, de una pasión que aun incendiaba su mente ante el recuerdo que aniquilaba su alma diariamente. Y me daba a entender que sus palabras eran ciertas. Estaba dispuesto a quebrantar hasta sus propias ideologías por quedarse a mi lado. Por verme vivir.

Aun así, pese a tenerlo a solo centímetros de mi rostro e intercambiar nuestro calor corporal como un abrazo eterno, no pude contenerme en pensar en una sola posibilidad; en una sola persona. Cuando mi aspecto cambió rotundamente, Dereck se dio cuenta al instante.

- Aun amo a mi hermano – asegura con voz firme.

- Lo sé – le sonrió de lado, paseando mis dedos sobre su mejilla -. Jamás haría que elijas. Solo tú tienes el poder de elegir la mejor opción para ti.

- Y la mejor opción para mi, eres tu – me asegura, frustrado por la idea de solo elegir a quien tiene delante de sus ojos y a su única familia.

- Dereck – entono su nombre con lentitud -. No puedo culparte por aun tener sentimientos por Zack, porque es tu familia – me había costado aceptar aquella realidad, porque la cólera y el disgusto me cegaban a tal grado que, hasta que no pude ver el miedo en los ojos de Pierce, no comprendí que ambos poseíamos el mismo sentimiento por las personas que compartíamos sangre -. Así como yo aun siento afecto por mi padre. Es inevitable – trago grueso, sintiendo como la garganta me aprieta -. Pero, lo que si entendemos, es que ellos quieren su propio bien y no les importamos. No les importamos en nada – acentúo -. Si es necesario, acabarían con nosotros. Por eso mismo, mantengámonos juntos, por favor.

Suplicarás © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora