Crucero

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Ernesto iba caminando lo más rápido que podía, él normalmente era calmado y no se enojaba fácil, pero ese día estaba estresado, iba a llegar tarde a su crucero, algo que le costó muchos millones, pero la suerte estaba de su lado y pudo entrar antes de que se fueran. Ernesto con su pequeña maleta, un tan pequeña para un gran viaje, la puso en su cuarto y se recostó un momento en su cama, esperando que el bote se moviera. Luego de unas horas, él salió de su cuarto, se había mareado un poco, pero era soportable, así que camino por el crucero y se comió algo, se sentó en el restaurante y pido algo ligero, arroz y un pedazo de carne pequeña, con un vaso de jugo y disfruto su comida. Nada interesante paso, aunque de eso se trataba, estar tranquilo en el mar, pero vio algo hermoso, una mujer, pechos pequeños, pelo naranjado y liso, ojos verdes y piel blanca, era hermosa, él intentó acercarse, pero no pudo y se quedó viendo como bobo, hasta que él se fue, pero desgraciadamente o por suerte, un chico había visto su reacción y se acercó a él, sin que lo viera.

- veo que te gusta esa dama – él señor se río y obviamente Ernesto se molestó – tranquilo, tranquilo, es normal, uno no controla los sentimientos – Ernesto no quería hablar, estaba avergonzado – está noche hay un baile de disfraces, quizás ella vaya, uno no sabe que es lo que pasara, si yo fuera tú, aprovecharía ese momento para hablar con ella – él chico se fue lentamente.

- gracias – había dicho Ernesto como pudo, se sentía algo avergonzado, muy avergonzado, pero igual quería agradecerle a ese señor que jamás había visto.

A Ernesto nunca le iba bien en el amor, siempre fracasaba y normalmente era por no poder explicarse, él no era alguien que habla mucho, se queda callado, es fuerte valiente, pero no sé puede comunicar con los otros y normalmente no muestra lo que siente y cuando lo hace, ya es tarde, la chica se fue con otro, dejo de intentar para no salir lastimado. Pero esto era diferente, aquí solo tiene una oportunidad y está en vacaciones, si lo rechaza, jamás la volverá a ver y quizás le duela menos, pero también podría tener una relación. Ernesto era especial, de la buena manera, era amable, aunque normalmente estaba serio, parece un robot, que no tiene sentimientos y que podía levantar un auto con ambas manos, pero eso era mentira, era muy sensible, muy sensible y normalmente no dice nada, por qué no encuentra las palabras perfectas para expresarse. Él volvió al cuarto y escribió un poco, no era escritor, de hecho, nunca había escrito un cuento completo, pero eso le relajaba, de hecho, es un deportista bastante talentoso, aunque como hemos dicho antes, de pocas palabras. Luego de escribir un solo renglón en una hoja de papel, se salió de su habitación y miro el horizonte, con gafas de sol, ya que sus ojos no soportaban la luz del sol. Camino por el barco y vio a mucha gente y a una pequeña piscina, estaban bailando o moviéndose, él no sabía la diferencia, pero no le importaba mucho, él solo quería disfrutar las vacaciones, tranquilo, sintiendo la brisa del mar. Se acercó a unos pequeños juegos infantiles, donde había niños corriendo y riéndose, algo que le movía el corazón, a veces quería volver a esa época y poder jugar con sus amigos de infancia. Pero nada de eso importaba, son vacaciones y uno normalmente no hace nada emocionante, mucho menos si no tiene amigos o familia cerca, para poder jugar con ellos o hacer algo, pero el prefería estar solo y relajarse, comer todo lo que pudiera, sin que nadie lo regañara por comer algo y tener el cuerpo perfecto para la competencia, a él le gustaba correr y dar piruetas, pero a veces era muy exigente, tenía que dar mucho de él, sacrificar muchas cosas, tienen mucha presión y tienes que ser el mejor para ganar dinero, para poder vivir. Lo importante es cuando llega la noche, la fiesta de disfraces, pero no hay que llevar un disfraz, los trabajadores del crucero te dan uno gratis, aunque lo tienes que devolver cuando acabe la fiesta, no hay que preocuparse por el disfraz. La noche cayo, se veía muchas estrellas y esa noche la luna estaba iluminada, era una luna llena, Ernesto se peinó y se puso ropa cómoda, ya que él no le gustaba la ropa ajustada, prefería ser libre; camino y siguió el sonido de la fiesta, de la música, que a él no le gustaba ese tipo de música, pero no le importaba, quería saber que era eso y quizás encontrar a la chica de la otra vez. Llego a la entrada de la fiesta y tuvo que esperar unos minutos para que todas las personas delante de él entraran y agarraran un disfraz, él agarro una máscara blanca con una gran nariz y una bata roja, Ernesto agarró ambas cosas y se las puso y justo en ese momento, lo dejaron entrar. La música era lenta y bastante triste, Ernesto supuso que era mientras llegaba más gente o hasta que pasara llegara cierta hora y empezara la fiesta. Ernesto camino por el lugar, vio varias bebidas en una mesa, desde vinos, ponche y varias gaseosas, también había comida, desde palomitas, una fuente de chocolate y fresas. No había nada interesante, hasta que la volvió a ver, la misma chica de antes; él se acercó a ella con timidez, la iba a invitar a hacer algo, pero, no sabía a qué, no había nada que hacer, entonces se quedó mirando, esperando que la música empezara a sonar y poderla invitar a bailar. Pasaron unos minutos y Ernesto caminaba de aquí y allá, nervioso, ansioso, estaba esperando su momento, cuando sonó una canción romántica, Ernesto se armó de valor y camino hacia la chica, estaba nervioso, pero se mentía diciendo que todo iba a salir bien, aunque lo más posible es que no pasara así.

historias antes de dormirWhere stories live. Discover now