Capítulo 130. Eres extraordinario

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—Preferiría hablar con ella en persona —se apresuró el visitante a aclarar—. Es algo importante. ¿Le molesta si la espero?

Jennifer y Máxima volvieron a mirarse la una a la otra, y de nuevo la sola mirada de la arquitecta gritaba una queja silenciosa, siendo en esa ocasión algo cercano a: "no vas a dejar que este tipo entre a la casa, ¿o sí?"

Para sorpresa y confusión de Max, en efecto, sí lo hizo.

—No, claro —respondió Jennifer, arrastrando sus palabras y sonriéndole lo mejor que pudo—. Adelante...

—Gracias, Srta. Honey —comentó aquel hombre con entusiasmo, abriéndose paso entre ambas mujer de golpe antes de que ellas terminaran de quitarse de su camino—. Tan linda como siempre. Por eso siempre fue mi maestra favorita.

—Yo nunca fui tu maestra, Michael —le respondió Jennifer como un áspero regaño.

—Sí, sí, claro... Oiga, ¿no tendrán algo de comer? Aún no he cenado y... ¡Ah! —soltó de golpe un grito de espanto, en cuanto su mirada recorrió el vestíbulo y se posó en el marco de la sala, en donde Samara se encontraba de pie, observándolo atentamente entre las sombras del cuarto, con parte de su largo cabello negro cayendo frente a su rostro—. Jesús Bendito —pronunció despacio, colocando una mano sobre su pecho—. Oye, casi me matas del susto, Morticia Addams.

—Michael, por favor compórtate —le reprendió la Srta. Honey con severidad. Se aproximó entonces hacia la niña, parándose detrás de ella y colocando sus manos sobre sus hombros de manera protectora—. Ella es Samara, una... paciente y amiga de Matilda.

—Ah, sí —rio el hombre, claramente aún nervioso—. Mi hermanita la loquera de niños.

Dio entonces un par de pasos hacia ellas, e inclinó un poco el cuerpo para poder colocarse a la altura de Samara. Ésta, por mero reflejo, se hizo hacia atrás, pegándose un poco más contra la Srta. Honey. No porque aquel individuo le diera miedo, sino porque... le provocaba una extraña repulsión sin ningún motivo.

—Hola, pequeña, ¿cómo estás? —le preguntó pronunciando sus palabras muy lentamente—. No eres retrasada o algo así, ¿verdad?

Max detrás de él soltó una silenciosa maldición al aire. Jennifer se contuvo de hacer algo muy parecido, teniendo incluso que apretar sus labios en su intento. Y Samara... bueno, la única reacción clara en ella fue su ceño fruncido y su mirada endurecida. Y claro, su repulsión sin ningún motivo... ahora sí tenía al menos uno.

—Michael —pronunció Jennifer, agitando de nuevo una mano frente a él para que la volteara a ver a ella—. Si vienes conmigo a la cocina te daré algo de comer, ¿está bien?

—Ese tono me gusta más —exclamó contento, tallándose las manos.

—Ya sabes por dónde es —le indicó Jennifer, apuntando con su mano en dirección a la cocina. El hombre se adelantó y ella lo siguió de cerca.

—Jenny —le detuvo Máxima un momento, tomándola con cuidado de un brazo para alejarse un poco y poder hablarle con apenas un poco más de privacidad—. ¿Quién demonios es este idiota?

Jennifer negó con su cabeza, y el respondió despacio:

—Michael Wormwood, el hermano mayor de Matilda.

Máxima se sobresaltó, quedando boquiabierta ante aquella explicación. Miró sobre su hombro a aquel individuo, que miraba con curiosidad el florero sobre el comedor principal, como si intentara adivinar qué tanto podría costar...

—No sabía que tuviera un hermano —indicó Máxima, aún sumida en su impresión inicial—. Ninguna de las dos lo mencionó nunca.

Jennifer abrió su boca con la intención de responderle, pero antes de decir cualquier cosa, Michael volvió de nuevo al vestíbulo y se les aproximó con semblante fisgón.

Resplandor entre TinieblasWhere stories live. Discover now