Capítulo 130. Eres extraordinario

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—Ah —murmuró despacio, quizás incluso un poco apenado—. ¿Usted quién es?

—¿Yo? —exclamó Máxima con tono defensivo—. ¿Tú quién eres...?

—Max —pronunció la voz de la verdadera Srta. Honey desde la sala, y un instante después hizo acto de presencia en el vestíbulo, y se paró a un lado de su pareja—. Está bien —le murmuró despacio a Máxima, colocando una mano sobre su hombro. Viró entonces su atención hacia el visitante. En cuanto escuchó su voz a la distancia le pareció reconocerlo, pero al verlo su primer pensamiento resultó más que confirmado—. Michael.

El hombre sonrió ampliamente de esa forma tan desesperadamente forzada.

—Hey, usted sí es la Srta. Honey que recuerdo —dijo señalándola con un dedo—. No se preocupe, también se ve bien conservada.

Máxima y Jennifer intercambiaron una mirada discreta, donde claramente la primera le cuestionaba a la segunda si acaso había escuchado bien. Y sí, lo había hecho.

—Gracias —susurro Jennifer, carraspeando un poco—. Qué sorpresa verte por aquí, Michael. ¿No estabas viviendo en...?

—En Chicago, sí —completó el visitante rápidamente, con un singular orgullo al decirlo—. La Gran Ciudad del Motor.

—¿Esa no es Detroit? —señaló Máxima en voz baja.

—¿Qué se te ofrecía? —se apresuró Jennifer a preguntar, dando un paso al frente para prácticamente colocar medio cuerpo entre Max y el visitante, como si intentar proteger a alguno de los dos, sin ser claro a quién.

—¿No es obvio? —rio aquel hombre de forma burlona y un tanto ruidosa—. Busco a la Cara de Rata. Y no me vaya a decir que no está aquí, que me llegó el rumor de que andaba por estos lares. A mí nadie me engaña.

—¿Cara de Rata? —inquirió Máxima, sintiéndose cada vez más perdida. La escena ante ella ciertamente comenzaba poco a poco tornarse más surreal.

Jennifer suspiró con pesadez, recorrió una mano por su frente. Sentía el deseo de decirle "no la llames de esa forma", pero sabía de antemano que sería inútil.

Matilda sí está aquí en la ciudad —respondió la maestra, cuidando su tono lo mejor posible—. Pero no aquí en este momento. Salió y volverá más tarde.

—¿Salió? —espetó aquel hombre con incredulidad—. ¿A esta hora? ¿A dónde fue o qué? ¿A una cita o algo así?

Su pregunta fue acompañada con otra risotada molesta, quizás para indicar lo absurda que aquella sola idea resultaba, y esperando sin duda de que sus dos oyentes compartieran el mismo sentimiento y se rieran con él. Ninguna lo hizo.

—De hecho, sí —respondió Máxima con firmeza, cruzándose de brazos.

—Max —susurró Jennifer despacio para llamar su atención e indicarle que se detuviera, pero ella no le hizo caso.

—Y con un policía —añadió Max con una combinación de orgullo y amenaza—. Alto y muy bien armado; en más de una forma.

La sonrisa en el rostro de aquel individuo se borró gradualmente.

—¿Un policía? —soltó de golpe, como si aquella palabra le raspara la garganta—. ¿Tan pocos hombres le hacen caso a esa cerebrito que ha tenido que rebajarse a salir con un policía? Si nuestro padre se enterara...

—Michael —pronunció Jennifer con fuerza, agitando una mano su mano frente al rostro del hombre para poder llamar de regreso su atención—. Como te dijimos, Matilda no está. Si quieres que le diga algo de tu parte...

Resplandor entre TinieblasWhere stories live. Discover now