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Yo no recordaba su nombre, ya que solo usábamos apodos. Jamás pensé encontrarme años después con mi crush de la infancia. Lucia ahora más varonil y guapo, era amable y chistosos, para nada un patan. Decidimos que libro elegir y me invitó a almorzar con sus amigos. La mamá de Austin trabajaba en una carnicería y el la ayudaba, el quería ser chef y prometió que me cocinaría su mejor plato si sacábamos la mejor nota, me motive más.

—Alguien necesita un baño —hablo el chico mono odioso mientras pasábamos por su mesa.

—Huele a carne podrida —luego hablo su amigo.

—Alguien debería llamar a la carnicería, se les escaparon los cerdos a degollar —le sonreí por un segundo y luego ya no.

Los que escucharon al rededor se rieron y el dio amago para levantarse y y sus amigos lo detuvieron. Su mirada era tenaz.

—Deberíamos irnos —Austin me empujo con cuidado a una mesa.

Llegamos donde habían dos chicas y dos chicos.

—Chicos ella es Aurora y es nueva.

Me saludaron y se presentaron.

—Que humillada se llevó el pobre, bien hecho chica —la rubia me sonrió.

—Todos son igual de odiosos, a excepción de Nick.

—¿Nick? —Dios, esperaba que no fuera mi Nickie.

—El capitán del equipo de voleibol, es un amor de persona, ahí está —señaló y mire la mesa.

Mi hermano Nick acababa de llegar a la mesa. Mierda Nick con que idiotas te juntas. No dije nada, no quería que supieran que somos hermanos.

Al terminar clases, Rebeca, la chica rubia y Austin fuimos a la pastelería de los abuelos de Rebeca.

—No creí que existieran las rubias buenas —bromeó y ella se rió.

Que bien. No se me da mal.

—La mejor que conocerás, ya verás.

Intercámbianos números y me di cuenta que estábamos en la misma clase. Nos regalo un brownie y me fui a mi casa, entré emocionada, me quite los zapatos y los puse en la entrada. Entré en silencio, quería asustar a Nick.

—¿Que haces aquí? —me detuve en la sala.

Era el chico rubio, odioso de la escuela. Sentado en mi sillón, como si fuera su casa.

—Que te importa —su boca se abrió y sonrió.

—Menudo imbecil —se levantó del sofá, acercándose.

—Repítelo —me reto.

Iba a repetirlo, pero Nick apareció.

—Aurora, llegaste —le tendió un vaso de agua al chico y me adelante tomándolo.

Bebí de el, ignorando al chico que tenía a mis espaldas.

—Era para Dicky, Sis —señaló el vaso.

—Te traje esto, me lo dio una compañera —lo ignore de nuevo, tendiéndole el chocolate y me giré —¿desde cuando se le da agua en un vaso a un cerdo?—lo mire de arriba a abajo y sonrió.

—Aurora —Nick me amenazo —No llamamos así a los invitados.

—¿Seguro? —su mandíbula se tensó.

Bebí lo que restaba del vaso y se lo devolví a Nick.

—Mi hermana es un poco tosca, discúlpala —Nick se excusó.

—Tosca tú madre —le respondí saliendo de la sala.

Pero en realidad me quede en la pared a escuchar.

—¿Tú hermana?, ¿esa hermana?—dijo el chico.

—No les digas a los chicos. No quiero fiesta, aunque conociéndola, ella ni les dirigirá la palabra —se escucharon risas —en fin, terminemos de examinar a la competencia.

Subí a mi habitación. Dios mío no puedo creer que ese sea amigo de Nick, tanto tiempo sin vivir con el y muchas cosas que no se. Íbamos en el auto para la escuela, con papá conduciendo.

—Nickie, se que tú puedes hacer lo que quieras y juntarte con los que quieras, pero en serio ¿esos son tus amigos?, Los de la mesa en el almuerzo de ayer —despegó su mirada del celular.

Si había algo que Nick no podía hacer, era decepcionarme, hacerme sentir mal. Necesitaba de mi y aunque eso sonara mal y se lo había dicho miles de veces, el confiaba más en mi que cualquiera, esperaba mi aprobación y opinión, siempre.

—Lo son, ¿por que, sucedió algo? —se giró en mi dirección —Es decir, por que tratas así a Dicky?

—Nada. Solo no actúes ni hables como ellos. Sabes a que me refiero —la sabia, eran sus amigos. Asintió.

Luego de salir del receso, iría a la biblioteca, pero escuché que había práctica de voleibol y Rebeca me llevo a verla.

—¿Te interesa? ¿O te gusto alguien del equipo? —Rebeca se sentó a mi lado —vienes a ver a alguien, quien?

—Nick —lo vi hablando con unos compañeros y con uniformes.

Pantaloneras negras y una camisa roja, no era una broma, todos los de la mesa estaban ahí y otros más. Todos altos y corpulentos, razón por la que las chicas desperdician su tiempo viéndolos, en lugar de estudiar en su último año.

—¿Te gusta Nick? —La rubia me miro preocupada.

—No, ¿por qué, a ti te gusta Nick? —la mire casi riendo.

Pero se sonrojó y supe que si. Mierda. Le sonreí.

—Pero no le digas a nadie, me da vergüenza. Jamás le he dicho a alguien que me gusta —acuno su rostro.

Quise reír, pero seguro estaría mal.

—No que asco. No me gustaría mi hermano —abrí la boca y luego apreté los labios.

Mierda, las cague. Ella no debería saber que somos hermanos luego de confesarme que le gusta mi hermano. Levantó su rostro y me miro alarmada.

—¿Que dijiste?, ¿hermanos? ¿Escuché bien? —busco en mi cara el chiste.

—Escuchaste claramente mal, dije marrano —mentí.

—Oh, ¡por Dios! Eres su hermana. ¡Eres la hermana de Nick! —lo miro a el y luego a mi —tu belleza no era una broma, ¡es genética!

¿Dijo que soy una belleza?, jamás lo escuché.

—No le digas a nadie, por favor. Escuché como unas chicas se peleaban por el —hice cara de asco —no quiero que me aturdan, pidiendo favores para acercarse a él, ¿tú no lo harás, cierto?.

—Lo prometo, jamás lo haría ¡Dios! Soy tan mala en eso. Me pongo roja y digo bobadas. No creo tener novio algún día —miro sus manos apenada.

—No digas eso. Algún día tendrás novio, no es la gran cosa...

Una estupidez llamada amorWhere stories live. Discover now