Dejo el extraño sueño a un lado para concentrarse en la hermosa joven que dormía a su lado. Recordó claramente los sucesos de anoche, de como ella había venido a su cuarto en lágrimas hasta que cayo dormida y como no la dejo y durmió con ella para que sintiera su presencia y apoyo.

No tenía ni idea de que fue lo que paso en esa reunión con los Gremory, pero iba a averiguarlo de una manera u otra. Movió con cuidado su brazo para no despertarla, pero en sueños, ella reacciono a su movimiento, saliendo de sus labios un sonido lastimero mientras sus dedos se aferraban con fuerza a su camisa, no deseando que se apartara de su lado.

Al notar que no podría moverse sin despertarla, se quedo quieto en la cama, sintiendo como el agarre en su camisa se aflojaba y ella se calmaba.

Giro su cuerpo, dejándolo de lado para ver directamente a Shoko. Podía recordar claramente los sollozos lastimeros que salieron durante una hora de ella, su cuerpo temblar en sus brazos, en como se aferraba a él como si fuera un salvavidas...

Le dolía

Le dolía ver a Shoko tan vulnerable, débil, al punto de llorar por bastante rato hasta quedarse sin energías. Sabe que Shoko no es de piedra y que puede experimentar alegría como tristeza como cualquier otro ser humano... pero el corazón se le estrujaba dolorosamente al recordar el rostro de la pelirroja enterrado en su pecho mientras sentía la humedad de las lágrimas en su camisa.

-¿La amas?- Recordó la interrogativa de Penemue cuando lo encontró frustrado por no haber ayudado a Shoko en su batalla con los Berserkers.

Puso un mechón de pelo rebelde que cayo frente al rostro de Shoko detrás de su oreja, viendo su rostro dormido y que, en contraste con anoche, ahora estaba en calma.

-¿Es posible que ame a Shoko?- Se pregunto a si mismo, inseguro de la respuesta.

Si se iba por el aspecto físico, no sería difícil. Siendo franco, Shoko tiene un hermoso cuerpo, pechos no muy grandes pero tampoco se puede decir pequeños, sino de tamaño medio, pero el punto fuerte de la chica serían sus piernas y trasero. Y a pesar de su apariencia femenina, Shoko tenía gran fuerza en brazos y piernas por toda una vida dedicada a las artes marciales, sobre todo al karate, dándole cierta musculatura que no restaba sus encantos femeninos. Su cabello y ojos rojos le daban cierta belleza exótica.

Si se iba a lo emocional... Shoko era de las personas que más confiaba, confiaba en ella tanto como confiaba en sus hermanos, y era la mujer que más le importaba, aparte de su hermana, Marín y Saori.

Le gustaba estar con Shoko, porque con ella podía hablar de temas que con sus otros amigos y hermanos no entenderían, pero ella si.

Le gustaba ver sus expresiones. Shoko era tan expresiva que era fácil de leer, y cualquier gesto que hacía le parecía lindo.

Le gustaba salir en misiones con ella, porque con ella, tenía una seguridad y calma que solo podía equipararse a cuando estaba con sus hermanos, pero muy diferente a la vez.

A él... le gustaba Shoko. No, era más que eso... la amaba.

Y ese echo lo asusto.

Esta vez se separo rápidamente de la joven, quien instintivamente lo busco. Seiya tomo la almohada que uso como su reemplazo, pareciéndole tierno ver como ella abrazaba fuertemente la almohada, imaginándose que es él.

Seiya se sentó en el borde de la cama, suspirando fuertemente encorvándose, colocando los codos encima de sus piernas y llevándose ambas manos a la cara.

-¿No aprendí nada de Saori?- Se pregunto a si mismo, sin saber como sentirse con su reciente descubrimiento de sentimientos.

Y si esto que sentía hacía Shoko en realidad era amor como creía... entonces se sentía como una basura... porque no era la única a quien tenía cierto grado de este sentimiento.

La Leyenda de las Facciones y del SantuarioWhere stories live. Discover now