Julián asintió y sacó una botella de agua, primero tomó él y después me la pasó a mí. Tomé el líquido y se la devolví.

La música se cortó y el tono de llamada empezó a sonar en mi celular. Juli me lo pasó y vi que Enzo me estaba haciendo una videollamada.

—¿Qué onda, negro? ¿Qué pasó? —Hablé atendiendo.

—Nada, me aburro y Valu no me responde. —Respondió. —¿Con quién estás, picarona?

—Con tu amigo. —Respondí mostrando a Julián.

Enzo me miró con la boca abierta re sorprendido.

—Traidor de mierda, me dijiste que te ibas a entrenar. —Habló indignado.

—Y bueno, pasaron cosas. —Habló Julián con una sonrisa inocente.

—Vení si querés. —Le dije a Enzo.

—Bueno, ahí voy. —Respondió para después cortar.

Bloqueé el celular y cerré el iPad, los dejé en la mesita de luz y me acosté cerrando los ojos.

—Qué paja. —Murmuré tapándome los ojos con el brazo.

—Mal. —Respondió Julián.

Nos quedamos en silencio hasta que Enzo tocó la puerta, Julián se levantó y le abrió y Enzo corrió para tirarse arriba mío.

—Salí, pesado. —Lo eché intentando empujarlo.

Enzo se movió y se acostó al lado mío, Julián lo imitó y se acostó del otro lado.

—¿Nos juntamos a hacer nada? —Preguntó Julián.

—A mí me parece un planazo. —Respondí cerrando los ojos.

—¿Me hacés un tattoo? —Preguntó la Araña.

Abrí los ojos y lo miré sorprendida.

—¿Seguro? —Pregunté dudosa.

—Sí, confío en vos. —Respondió asintiendo. —Pero quiero algo chico y poco visible, como para probar.

—Buenísimo. —Acepté emocionada.

Lo que empezó con "quiero algo chico" terminó en un diseño de una araña que cubría casi todo el omóplato.

—Sacate la remera y acostate boca abajo. —Le indiqué mientras preparaba las tintas y la vaselina.

—Bueno Enzo, andate. —Respondió mientras se sacaba la remera y se acostaba.

Solté una carcajada y Enzo puso cara pervertida.

—Qué degenerados. —Hablé.

Repasé una vez más el dibujo freehand en la espalda de Julián y absorbí tinta con la máquina.

—No duele mucho, la sensación es como si te estuvieran cortando. Igualmente, si te duele me decís y paro, ¿sí? —Juli me miró de costado y asintió. —Si te sentís mal, decime así te damos algo dulce.

Julián volvió a asentir y cerró los ojos. Acerqué la aguja a su piel y empecé a repasar las líneas con la máquina.

—¿Estás bien? —Le pregunté mientras seguía tatuando.

—Sí. —Respondió medio dormido.

Sonreí y seguí haciendo mi trabajo. Enzo me cebaba tereres mientras que hablábamos de temas comunes.

—Juli, ¿cómo estás? —Pregunté por milésima vez.

—Bien, Lu. Ya me lo preguntaste un montón de veces. —Se rió.

𝙏𝘼𝙏𝙐𝘼𝘿𝙊𝙍𝘼 | 𝙟𝙪𝙡𝙞𝙖́𝙣 𝙖́𝙡𝙫𝙖𝙧𝙚𝙯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora