Bajo cielos lejanos

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Disclaimer: Ni Evangelion ni sus personajes me pertenecen.

Bajo cielos lejanos

Jadeante, percibiendo como el frío viento matutino hacía ondular su extensa cabellera escarlata, Shikinami, aprovechando que se encontraba sola en casa, se hartó de estar acostada en su cama y se aventuró a ponerse de pie. Con calma, sin que se encontrase todavía totalmente recuperada, Asuka dio un paso a la vez acostumbrándose a ser una mujer adulta en todos los sentidos imaginables.

Pronto, al abrir la puerta trasera de la cabaña de Kensuke, la otrora piloto de la Unidad 02 se vio envuelta por una fuerte y helada ventisca que estremeció su piel, lo cual, haciéndola sentir como un ser humano otra vez, fue la razón que la hizo esbozar una leve y honesta sonrisa en su faz. Por ende, queriendo sentirse aún más viva, Asuka reanudó su caminata al pisar descalza el pasto en el suelo.

Al cabo de un corto recorrido de escasos minutos, Shikinami, deteniéndose ante una escalera, inclinó su rostro hacia arriba, siendo acariciada, de inmediato, por la calurosa presencia del sol que le dio la bienvenida con su resplandeciente fulgor. Enseguida, sin que tuviese que pensarlo demasiado, la teutona emprendió una nueva travesía que la llevó de viajar en horizontal a hacerlo en vertical.

Si bien el agotamiento físico continuaba haciendo mella en ella, Asuka, fiel a su terquedad, prosiguió trepando por la escalerilla de madera sin bajar nunca la mirada. Así, escuchando a la estructura crujir al soportar su peso, Shikinami apretó los dientes al padecer un insistente dolor en sus brazos y piernas, el cual, intentado doblegarla, se esforzaba en vano por hacerla retroceder y regresar por donde vino.

Muchas veces en el pasado, al quedarse como huésped en la morada de Kensuke durante algunas semanas, Shikinami habituaba escalar hasta la cima de aquella torre para mantener vigilada a la aldea sin que ninguno de los pobladores la viese. Kensuke, quien se cansó de pedirle que saliera a tomar aire fresco, construyó, él mismo, aquella atalaya con el deseo de sacar a Asuka de su prisión autoimpuesta.

De ese modo, muy lentamente, atreviéndose a salir de la seguridad de las cuatro paredes que la protegían de ser vista, Shikinami comenzó a subir hasta la cúspide de aquel fortín elaborado con leños y sogas para ver la villa y sus periferias. Desde ahí, mirando a unos cuantos kilómetros a la redonda, Asuka veía todo hasta la frontera del pueblo, que se distinguía, fácilmente, gracias a los pilares de contención.

No obstante, a diferencia de todas aquellas ocasiones, Shikinami, ya no luciendo como una niña, realizaba aquel ascenso con la verdadera apariencia que su maldición ocultó por muchos años. Así pues, por más que su cuerpo gritaba ante las dolencias musculares que su crecimiento acelerado dejó como secuela, la pelirroja, acercándose tenazmente a su meta, blasfemó en alemán al negarse a rendirse.

De tal manera, como si estuviese subiendo hasta el pico de la montaña más alta del planeta, Shikinami, más cansada de lo que le gustaría reconocer, consiguió palpar la plataforma donde podrá descansar al concluir su escalada. Al alcanzar dicha tarima, arrastrándose sobre su vientre, Asuka notó como el sudor corría por su tez hasta gotear en su barbilla, la cual, al respirar con pesadez, posó sobre el entablado.

– ¡Esto tiene que ser una maldita broma! ¡No puede ser posible que me sienta tan exhausta por hacer algo tan simple!

Hablando con ella misma, tomando grandes bocanas de oxígeno al hallarse tendida sobre el piso de madera, Asuka se vio tentada por la posibilidad de volver a dormir debido a la comodidad de estar ahí tumbada. Sin embargo, por más que sus ojos empezaron a cerrarse, la germana se negó rotundamente a dormirse, luego de haberlo estado haciendo, casi sin parar, por aproximadamente una semana entera.

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