—Eres tonta.

—¿Qué?

—No te acerques al agua. No sabes nadar.

Ella sonrió y él no entendió por qué. Hacia unos minutos tenía una expresión de terror, ¿por qué sonreía ahora?

—¿Cómo te llamas? —preguntó ella.

—Frey.

Ella le extendió su mano que aún goteaba, pero no lo tocó, solo sacudió la mano en el aire como si fingiera haber tomado la suya.

—Yo me llamo Raella.

Rae...

Duele...

Frey despertó adolorido, su cabeza palpitaba sin cesar. Tenía tiempo sin soñar con ella, sin recordarla. Él hizo una mueca mientras se impulsaba para sentarse en la cama. Tuvo que parpadear varias veces para que su vista se aclarara, ojeó su alrededor y se dio cuenta de que estaba en su habitación. ¿Cómo había llegado aquí? Lo último que recordaba era caminar con el guardia a la enfermería, luego un calmante y.... ¿volvió a su habitación por sí solo? Se revisó y notó que tenía vendas en la cabeza, en la nariz y en las costillas.

Él se puso de pie, buscando la hora en el reloj que colgaba en la pared: 2:01 PM. Se había levantado siete horas y un minuto más tarde de lo usual, su rutina estaba arruinada. Frey se tensó, los músculos de sus largos brazos brotando mientras apretaba sus puños. Frustrado, él tomó una respiración profunda, intentando mantener la calma. Le costaba mucho adaptarse a los cambios así de la nada, a él le daba paz saber que hacía cada día a cada hora con exactitud. No había desayunado, ni había dado su caminata matutina, ni siquiera había almorzado.

Después de ducharse, Frey salió al pasillo con rumbo a la enfermería, necesitaba algo para el dolor. La sensación palpitante en su cabeza le molestaba, lo sobre estimulaba, necesitaba que parara. Cuando llegó a la puerta, el enfermero lo reconoció de inmediato.

—Déjame adivinar, ¿algo para el dolor? —Frey asintió—. Ven.

Le pasó la pastilla y un vaso de agua, Frey lo tomó mientras el enfermero le decía:

—¿Ya has ido a ver al director? —Frey tragó y sacudió la cabeza—. Necesita hablar contigo sobre lo que pasó. —Él enfermero lo observó—. ¿Quién te ha hecho esto?

—No lo sé. —Era la verdad, Frey tenía sus sospechas, pero no se las diría a un empleado de este lugar. El enfermero suspiró.

—Tienes que cuidarte, este lugar... —Él pausó como si estuviera a punto de decir algo que no debería—, es peligroso.

Eso ya lo sabía.

Frey emergió de nuevo al pasillo, los ventanales a un lado estaban empañados, otro día gris y nublado. Ya casi olvidaba como se veía la luz del sol. Recordó ese sueño, lo brillante que había estado el sol aquella tarde que salvó a Raella en la quebrada.

Rae...

No le gustaba pensar en ella, perturbaba su paz, le hacía preguntarse cosas que no quería considerar. Pero esa era Raella, intrusiva, impulsiva y determinaba. Conocía pocas personas que tuvieran la determinación que ella poseía y era esa parte de su personalidad la que le había permitido ser parte de la vida de Frey porque él la apartó muchas veces y ella tuvo muchas oportunidades de rendirse, de abandonar ese intento de estar a su lado y nunca lo hizo. Frey nunca la dejó entrar, ella misma encontró una forma de infiltrarse en él poco a poco.

Y luego todo se fue a la mierda.

Los guardias del final del pasillo le preguntaron que a donde se dirigía y Frey les mostró las heridas y les dijo que tenía que hablar con el director. Ellos consultaron por radio y luego le dejaron pasar. El camino a la oficina del director estaba poco iluminado y eso le recordó lo que pasó el día anterior así que se mantuvo alerta.

Frey (Darks #2)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz