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—Me tienen harto estos pelotudos.—Murmuró Cristian con claro enojo en su voz, su mirada estaba clavada en su celular.
—¿Qué pasó?—Te sentaste a su lado en el sillón y pudiste espiar que estaba mirando el chat del grupo de la selección.
—Todo el tiempo me mandan tweets de pajeros que andan calientes con vos.
—¿Eh?—Exclamaste un poco preocupada, eso no sonaba muy normal.
Sin decir nada te mostró capturas de dichos tweets. Varias cuentas subían las fotos que habías publicado con tu novio después de ganar el mundial, al parecer mucha gente te había conocido por eso ya que tus seguidores aumentaron en gran cantidad de un día para el otro. Las fotos venían acompañadas con varias comentarios que te demostraban porqué sus compañeros lo descansaban tanto.
"impresionante como come el cuti"
"ojo cuti que yo amigo tuyo no soy"
"que me perdone dios pero no puede ser lo buena que está la mujer del cuti"
Y así muchísimos más. No pudiste evitar reírte por los celos que le producían unos randoms de internet.
—¿De que mierda te reís?—Frunció el ceño y te miró serio.
—¿Me estás jodiendo Cristian?¿Posta te vas a poner así por esta pelotudez?—Levantaste una ceja divertida.
—Y si, mira las cosas que te dicen. No pueden andar diciendo esas cosas de mi mujer, y encima los otros tarados se me burlan.—Esa posesividad encendió algo en tu interior. Le sacaste el celular de las manos y lo tiraste al otro lado del sillón. Te miro con ambas cejas levantadas y suspiraste antes de ponerte encima suyo, con ambas piernas a los costados de su cuerpo, sus dos manos fueron a parar a tus caderas rápidamente.
—¿Y por qué te importa tanto? Vos lo dijiste, soy tu mujer. Yo soy tuya, y lo sabes muy bien.—Hablaste en su oído. Te separaste para mirar y acariciar su rostro y él sonrió de lado, una sonrisa muy característica del Cuti.
—Demostramelo.
Te mordiste el labio inferior antes de iniciar un pasional beso, los besos del Cuti eran algo de otro mundo. Lentamente empezaste un movimiento de atrás hacia adelante, aprovechando que habías quedado sentada justo arriba de su pija.
Te deshiciste de su remera y paseaste tus dedos por su abdomen. Era inusual, pero te decidiste por dejar besos y lamidas en su cuello, y en ese momento se te ocurrió experimentar con algo que nunca antes habían intentado.
—¿Qué queres que te haga?—Preguntaste cerca de sus labios y mirándolo a los ojos, él se vió algo sorprendido y confundido por tu pregunta.—Soy toda tuya, vos decidís todo hoy.
