II I Broken and blue

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Natasha despierta cuando los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana, siente el cuerpo pesado y el dolor en sus costillas a disminuido. Se sienta con lentitud tratando de identificar el lugar donde se encuentra, la habitación cuenta con un par de muebles y esta pulcramente limpia, visualiza su propio rostro en una fotografía junto al resto de los Vengadores y los recuerdos de la última noche llegan de golpe. También es consciente de que han cambiado su ropa sucia y rota por una camiseta y un pantalón que le quedan enormes, claramente pertenecientes al Capitán y tras palmar la herida, descubre que la han curado y vendado.
Con sigilo sale de la cama y abre un poco la puerta de la recámara al escuchar un par de voces que se cuelan a través de las paredes, del otro lado, una mujer de mediana edad sostiene un pequeño botiquín y charla con el rubio que le da la espalda. Ella le entrega un par de medicamentos y tras regalarle una sonrisa maternal se despide y se va, es ahí cuando Natasha abre la puerta y da un par de pasos que le recuerdan lo dolorosas que son las heridas de bala antes de que Steve se gire y la observe con sorpresa.

—Estas despierta, —es lo primero que dice pero cae en cuenta que su amiga que horas antes se desangraba en su piso está de pie— Nat vuelve a la cama, estás herida.

Natasha esta a punto de protestar cuando el Capitán cruza la estancia de dos zancadas y la sostiene del brazo como si fuera lo más delicado del mundo antes de guiarla de vuelta a la recámara. La pelirroja se siente aturdida, primeramente se lo adjudica a la pérdida de sangre pero mientras Rogers le abre la cama y la arropa se da cuenta que es porque ha pasado una vida desde que alguien la trató como una persona herida que necesita cuidados. La última vez que fue atendida con esmero como lo hace el soldado en ese instante, fue en sus inicios con SHIELD por Clint Barton tras darse una paliza mutua.

¿De verdad ha pasado tanto? Natasha sale de su ensoñación cuando siente la mano del Capitán sobre su frente, lo tiene demasiado cerca, tanto que puede ver la preocupación bailar en los ojos azules que la miran con atención.

—Ya no tienes fiebre, —murmura él a su vez que aparta la mano y Natasha extraña su contacto casi al instante— Magda dijo que era buena señal.

—No sabía que ahora ibas tras mujeres más jóvenes, —bromea con una sonrisa burlona en busca de que su compañero le crea que está bien y la deje ir, porque Natasha sabe que esta a contrarreloj.

—Es mi vecina de arriba, —imita su sonrisa y ella se da cuenta de que ha extrañado tanto esa sonrisa desde que se fue que casi suelta otra ocurrencia nada más para que se quede ahí pero él es más rápido— es enfermera jubilada y es de confianza, ella me ayudo a curarte.

Steve confía en Magda, la ha ayuda a subir sus compras un par de veces y arreglar una puerta de su departamento, ella le recuerda a su madre Sarah por como cocina y cómo lo mira con preocupación cuando ha cargado cosas pesadas para ayudarle. Además que no ha hecho preguntas cuando subió a las tres de la mañana con la camiseta llena de sangre a pedirle que cure a su amiga, en su lugar, a tomado el botiquín y lo ha seguido hasta su departamento, pasó una hora dentro de su recámara con Natasha y cuando salió le dio indicaciones a Steve sobre cambiarle la ropa y poner paños fríos sobre su frente para bajar la fiebre por la infección.

—¿Qué pasó anoche? —Natasha se deja caer en la cama y Steve se debate si decirle que ha pasado la noche en vela porque le preocupa que decaiga y mientras Magda la curaba él a limpiado el piso y por la cantidad de sangre derramada es consciente que quien intenta matar a la pelirroja sabe lo que hace y le angustia que ella salga por la puerta y no vuelva.

—Magda te curó y cambio de ropa, lamento no tener algo más apropiado. —dice en su lugar, avergonzado por lo enorme que le queda su ropa a la espía y el silencio que le sigue es la mayor paz que la agente ha experimentado en días, quiere quedarse ahí y dejar que alguien más libre su batalla, aunque en el fondo sabe que jamás lo permitiría pero la burbuja se rompe cuando el rubio pregunta:— Nat, ¿qué está pasando?

Romanoff desvía la mirada, evitando los ojos curiosos del Capitán que sabe, desea y merece respuestas pero, ¿por dónde empezar?

—Nat si no estás lista, lo entiendo. —se apresura a decir el Capitán pero Natasha gira el rostro y posa una mano en la mejilla del rubio, porque le conmueve que siempre sea tan atento aunque ella irrumpió en su departamento y se niega a darle respuestas.

—Lo siento Steve, por todo. Se que no debí involucrarte en esto. —inesperadamente, el rubio toma la mano que ella mantiene sobre su mejilla y la aprieta un poco en señal de apoyo— Digamos que hice enojar a la gente equivocada, robe su información y ahora la quieren de vuelta.

—Nat, no tienes que disculparte, me encanta tenerte aquí. —y ante la sonrisa coqueta de la espía, el Capitán se sonroja— Es decir, y-yo s-solo, tú sabes que s-siempre puedes quedarte aquí.

Steve se levanta y carraspea incómodo ante las palabras que acaba de decirle a la pelirroja.

—Déjame traerte el desayuno, aún no has comido nada.

—Gracias Steve, pero puedo levantarme, te lo prometo; olvidas que soy la Viuda Negra. —aún cuando una parte de ella desea con fuerza quedarse ahí con Steve unas horas más, un día más, la parte racional le pide a gritos que huya y borre su rastro del mundo antes de que le quiten al icono de America.

—Lo se muy bien Nat, pero fuiste herida y al menos por hoy, permíteme atenderte. —el rubio le regala una sonrisa que ella no tarda en imitar y él se dirige a la puerta— Nat, me alegra que estes aquí.

—Y a mí Steve, —responde mientras lo observa salir y en su mente solo puede escuchar:

Tick, tack.

The Great WarWhere stories live. Discover now