⁕One Last Time ⁕

⁕ I ⁕

No deseaba ser una media luna en la esquina de papeles lejanos.

"Fue bueno conocerlo, joven señor".

Pero Hongjoong no estaba escuchando, solo había dado la cortesía de una reverencia antes de desaparecer de la terraza. La flauta todavía llena de oro y brillo fue desechada en un mostrador decorativo lleno de flores igualmente decorativas, cuyos colores apenas prestó atención. Evitó el vestíbulo de la entrada principal, donde muchos de los invitados se arremolinaban, evitando la aglomeración en el salón de baile. A través de corredores de sirvientes aprendidos en secreto, se abrió camino hasta su habitación. Estaban mal iluminados y eran angostos en un intento de minimizar el espacio ocupado por su movimiento en comparación con los espacios para los que estaban destinados a servir. El olor era uno que llevaba cierta humedad y edad, llenaba y permanecía en los pulmones derritiendo la escarcha que se había acumulado desde el exterior, pero no en la forma en que lo haría un fuego agradable. esto fue desagradable,

Solo.

Dulce soledad.

Hongjoong dejó escapar un suspiro, el estrés y la tensión de la pelota y la multitud parecían sangrar de su cuerpo al mismo tiempo. La pesada carga de madera cayó con un ruido sordo cuando la puerta se abrió detrás de él. Se adelantó, con las botas suaves sobre los pisos de madera, fue a sentarse en el asiento al final de la cama, su postura olvidó su nobleza mientras se inclinaba hacia adelante y se encorvaba. Las fibras de sus músculos se contrajeron con ansiedad, como si alguien pudiera irrumpir, pero se obligó a respirar.

No vino nadie, e inhaló y exhaló en su soledad. Lentamente, comenzó a quitarse las botas, con el talón pegado a la punta, y se las quitó con gran esfuerzo y un poco de revolcón. Era mucho más fácil cuando los sirvientes lo ayudaban a entrar y salir de estas cosas. Toda su vida había sido así, rara vez tenía que hacer las partes más difíciles de vestirse solo. Sin embargo, aquí estaba, luchando de todos modos como un cervatillo recién nacido en el bosque, con la esperanza de perseguir a su madre.

Recuperó la dignidad, se quitó las botas y las dejó a un lado. Se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas cómodamente, para nada como un noble. Nada, excepto la ropa que llevaba puesta, hablaba de la historia de un noble ahora mientras se miraba en el espejo. Hongjoong estaba con el pelo revuelto y las mejillas pintadas de un rosa desordenado, y la mirada adormecida del alcohol. Parecía un niño campesino, pidiendo limosna en la calle, mantenido caliente solo por un exceso de licor barato, esperando morir. Se mordió el labio inferior mientras se miraba a sí mismo: allí estaba, por una vez, sin una gota de dignidad.

Su padre se habría avergonzado.

Hongjoong acercó más sus pies, las palmas de las manos tocaron sus doloridas plantas. Aplicó presión y frotó tratando de desechar el cansancio de las plantas de sus pies. Las botas eran, sin duda, cómodas y ajustadas, pero después de horas de uso, seguramente harían que incluso el hombre más fuerte sufriera y se derrumbara. Un suspiro dejó los labios sonrosados, el acto se quejaba y, a su vez, Hongjoong comenzaba a sentirse mejor, pedazos de sí mismo volvían a construir un rompecabezas en una imagen completa una vez más.

Esa noche, mientras los invitados se desmayaban por la embriaguez o salían de la propiedad con decoro, Hongjoong durmió con la alarmante sensación de que lo podrían atrapar por haberse ido antes de la fiesta y haber dejado mucho que desear. Frecuentemente en un estado de crepúsculo, despertándose con el menor de los gritos en el terreno o los inevitables disparos de una multitud juvenil particularmente bulliciosa. No fue hasta mucho después que el silencio como un manto de niebla cayó sobre los terrenos, silenciando al mundo por primera vez en horas y fue entonces, finalmente, que Hongjoong pudo dormir por completo.