03. Charla nocturna

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Selena

— MIRA. - Casi que mi grito de exasperación se escucho en China, pero poco me importo.

Agarre a Maia de la mano y tire de ella, acercandola a mi lado y señalando la vidriera de la tienda.
En ella se veian cientos de peluches, de todos los tamaños y tipos.

Mi amiga y yo nos giramos a ver, para después entrar empujandonos dentro de la tienda.

Hoy mi papá estaría ocupado con el entrenamiento estricto y exigente de los chicos para el próximo partido contra México. Dependiamos de que ese partido termine a nuestro favor para ganar puntos y no ser eliminados.

Suponiendo que ganemos a México, después seguiria Polonia. Si ganamos los 2 partidos, Argentina seguiria en carrera e iríamos a octavos.

Maia y yo hoy decidimos salir a recorrer la ciudad de Doha, ya que desde que llegamos no habíamos salido del complejo. Necesitábamos aire fresco y alejarnos un poco de los 26 monos que eran los jugadores.

No me malentiendan, son prácticamente los pibes más copados y divertidos que conocí en mi vida. Pero lo que tienen de divertidos, lo tienen de molestos.
O por lo menos los más jóvenes y algunos grandes.

Necesitábamos respiro y hoy lo estabamos teniendo.

— Mira este, ¿no te hace acordar a alguien? - La castaña me hizo reaccionar.

Observe el esponjoso peluchito rojo y azul que tenía en sus manos: Era Spider-Man.

— La araña que pica. - Rei.

— Toma, comprárselo y regalaselo así lo conquistas. - Me lo tiro y lo agarre de pedo.

Rodee los ojos y negué con la cabeza.

— Lo voy a comprar, si, pero por mi afición a Spider-Man, no por tus suposiciones y cosas boludas. - Abrace al peluche y segui viendo más.

Al final nos cansamos y compramos el peluche de Spidey junto a otro que le gusto a Mai.

Al salir del local el cielo ya estaba oscureciendose y el sol caía.

— ¿Volvemos, ya? - pregunto Maia.

— Si, pedí un auto. - Le dije y me sente en un banco que había ahí.

— Dale, pasame la dirección del complejo. - Me tense al escucharla.

La observe en completo silencio, hasta que me miro por no oír respuesta de mi parte.

— ¿No te sabes la dirección, no? - cuestiono, cruzándose de brazos.

Sonreí inocente y ella rodo los ojos.

— Yo tampoco me lo sé, ¿como se supone que volvamos? - alzo sus brazos hacia el cielo, exasperada. - Llama a tu papá.

Asentí y rápidamente marque el número: 1, 2, 3, 4 y 5 timbres, pero el nunca contesto.

— No atiende. - Mordí mi labio, empezando a entrar en pánico.

Estábamos en un país del que no conocíamos nada, casi de noche y con poca plata por haber comprado cosas.

— Pensemos un toque. - Asentí y quedamos en silencio.

— Y si... - Murmure, dudando si decir lo que paso por mi mente.

— ¿Que?

— ¿Y si llamo a Enzo? - el originario de San Martin me había pasado su número unos días después de pegar onda aquella noche en la cocina.

Todavía no le había llamado, tan solo hablamos poco tiempo y pocas veces.

— ¿Tenes el número de Enzo? ¿entendes lo grande que es mi envidia ahora?

Serendipia | j.aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora