Lover & a Fighter

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—¿Estás bien con tomarte unos minutos y continuar con otro cliente, prefieres bajar y bailar o atender mesas? —Angel propuso, porque siempre era más fácil el escoger qué hacer cuando había opciones— ¿O quieres terminar tu turno por hoy y recuperar horas otro día?

—No, estoy bien, señor. Yo debo acostumbrarme...

—El hecho de que vendas sexo no te hace merecedor de maltratos. Eres proveedor de un pecado capital y por ende tu trabajo es más valioso que el de muchos demonios en este basurero. —Angel sonrió de lado— No dejes que ningún imbécil te haga creer que no eres lo mejor que hay. Porque lo eres, por eso trabajas para mí.

El pecador sonrió ligeramente, sus mejillas sonrojándose. Sí, ahora recordaba por qué había contratado a este pecador. Esa pureza era exótica en el Infierno.

—Creo que daré unos bailes para distraerme y luego continuaré con más clientes. —El pecador volvió a cubrirse con sus pequeños shorts y recuperó sus zapatos— Gracias, señor.

—Angel, señor es algo que no aspiro a ser. —Él le guiñó un ojo— Hiciste bien. Estos imbéciles necesitan recordar que deben agradecernos por aceptarlos como clientes.

El pecador rio y salió de la habitación. Su alma vibrando con emoción y un pequeño enamoramiento idealizado germinando. Angel masajeó su entrecejo. En el pasado él había pecado de lo mismo. Una pequeña muestra de amabilidad había hecho que vendiese su alma a un bastardo.

Angel descendió al bar, ese club era una mezcla de todo un poco y él no estaba muy seguro de cómo sentirse al respecto. Un prostíbulo estaba bien, pero Valentino había creado múltiples clubs que abarcaban demasiado, desde discoteca, cabaret, strip club, motel, prostíbulo y hasta set de grabación pornográfica. Angel sabía lo que significaba trabajar en un lugar así y sin reglas claras. Sus pies lo llevaron hacia la oficina del lugar y por costumbre tocó la puerta.

No importaba que llevase un tiempo como Overlord.

Los malos hábitos se mantenían.

—¡Pase!

Una sonrisa se formó en sus labios y entró en la oficina. Molly levantó su gran mirada de la computadora y le sonrió suavemente. Las rayas lucían mejor en su gemela. La chaqueta victoriana sobre su bonito vestido rosa volvía a Molly una empresaria demasiado buena para estar ayudándolo en un club de ese tipo.

—¿Te divertiste? —Molly arregló su esponjoso cabello rubio antes de apoyar su mentón sobre sus cuatro manos— Te queda bien ser el jefe, mio angelo.

Angel rio y se sentó sobre el escritorio, mirando a su gemela trabajar diligentemente en la computadora. De los dos, ella había sido la mejor para la administración y contabilidad. Molly siempre había sabido controlar los negocios con desenvoltura.

—No voy a negar que me gusta usar la fuerza de vez en cuando. No todos podemos ser tan elegantes como tú. —Angel se inclinó y besó la mejilla de su hermana — ¿Y tú? ¿Ya te aburriste de organizar presupuestos?

—¿Bromeas? No hay nada más divertido que ver los hábitos de los muertos. —Molly sonrió entretenida sin apartar sus ojos de la pantalla— El ver el tipo de cosas Valentino creía fundamentales en sus compras mensuales es como para escribir un libro.

—Me alegra que puedas encontrar sucios secretos hasta en las cosas más mundanas. —Angel admitió— Yo estaría aburrido.

—Es porque no te tomas el tiempo de conectar la información. Tú solo quieres el chisme y ya. —Molly negó suavemente.

—¡Molly! Somos italianos, el chisme es nuestra vida. —Angel bromeó—Ni siquiera Arackniss se escapa de eso.

—Pero esas cosas son mejor cuando se recopila suficiente información a través de una red. —Molly sonrió— Tú solo quieres tu chisme bien jugoso, envuelto y servido.

Probabilidades implícitasWhere stories live. Discover now