De la ducha nace un vapor que roza unas florecitas pálidas. Ellas están reposando dentro de un frasco, junto a la bacha. En ese frasco el agua se ve sucia. No lo suficiente para tapar el olor suave junto los pétalos que caen. Las pequeñas florecitas blancas tienen forma de cinco pulgares, con olor a licor de fruta. Unas con otras, están amontonadas en este espacio diminuto.
De las nubes de vapor, emerge una silueta desnuda. Se detiene, mirando en dirección a las florcitas. Da unos cuatro pasos. Estira una mano. Entre sus dedos aprisiona las florcitas para levantarlas. Otra mano se acerca al frasco. Lo retira y voltea sobre la bacha. Deja caer el agua. Pone el frasco debajo de la canilla, la abre y lo vuelve a llenar de agua limpia. Devuelve al frasco a su lugar original.
El brazo de quien aprieta esas florcitas, flexiona en dirección contraria. Las acerca a una nariz que olfatea. Sonríe.
