💀 Capítulo 8. No llores más

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Lugosi bajó la mirada y barrió su pie por el pavimento.

—Sé... —Carraspeó, bajando la voz—. Sé lo que es perder a un humano. —Alzó el rostro—. A un humano que amas.

Viktor amplió los ojos de una manera casi imperceptible, no quería delatar su sorpresa ante su rival, pero sentía dicha sorpresa. De entre todos los vampiros, jamás pensó que Lugosi fuese capaz de comprenderlo en ese aspecto. No sabía su historia, ni a quién perdió, pero su tono de voz y la distante tristeza en sus ojos traicionaba un dolor del pasado. ¿Cuántos vampiros habían perdido a sus amados humanos a lo largo de la historia?

«Dorian no está muerto... No para ti. Aún no». Le repitió la voz en su cabeza. Un recordatorio.

Sintió una punzada en el pecho y un nudo en la garganta. Trataba de aguantar el dolor y no sucumbir antes este, no hasta no recibir la confirmación.

—Gracias —se limitó a replicar—. Y también lo lamento, por tu perdida.

Lugosi volvió a su egocentrismo de antes e hizo un gesto desdeñoso con la mano.

—Eso fue hace decenas de años, Zalatoris. Tus condolencias no me vienen ni me van.

Viktor esbozó una media sonrisa. Realmente le pareció simpático.

—Claro, ¿quién sería yo para implicar que Eriante Lugosi es débil?

Tras aquel curioso —por falta de mejores adjetivos— encuentro, Viktor hizo lo que mejor se le daba: hipnotizar y robar. Por supuesto el vampiro poseía un amplio repertorio de talentos, pero en especial se enorgullecía de su habilidad de robar celular a humanos despistados o que simplemente le parecían fastidiosos.

Su víctima del día fue una mujer que gritaba histérica a quien sea que estaba al otro lado de la línea, llamándole inepto por una confusión ridícula. A Viktor no le interesaba todo el contexto, así que solo se paró frente a ella, la miró a los ojos, y ordenó:

—Baja la voz y dame tu celular. —Los iris de la mujer se tornaron color guinda y entregó el aparato sin menor oposición.

Viktor le sonrió y se alejó de ahí mientras la mujer regresaba del trance. Aprovechó que el dispositivo estaba desbloqueado y marcó el número de Elay. Se vio forzado a aprenderlo de memoria para llamarle desde prisión.

—¿Me extrañabas? —preguntó en cuanto ella atendió la llamada.

—Ya me preguntaba cuándo me llamarías, albino —contestó Elay—. Me enteré de tu liberación.

Viktor frunció el ceño. Quería dar la buena nueva él mismo, pero al parecer alguien se le adelantó.

—¿Cómo?

—Emma recibió una llamada de Rhapsody.

—Claro, Rhapsody tenía que ir de aguafiestas. —Suspiró—. ¿Puedes pasar por mí?

—Mándame tu ubicación desde tu teléfono robado, ladrón.

Veinte minutos después, Viktor fue sorprendido por la presencia de Elay conduciendo el coche de Dorian. Aquel carro deportivo clásico color negro cuyo rugir del motor era reconocible a kilómetros de distancia.

—No sabía que te lo habías quedado tú —dijo, asomándose por la ventana.

Elay asintió y le dio una palmada al volante.

—¿Quieres conducirlo?

Viktor dudó, casi sintiendo la presencia de Dorian en aquel coche, detrás del volante, diciéndole al vampiro que jamás lo dejaría conducir su coche nuevamente. Esbozó una desalmada sonrisa.

Vampire AnomalyWhere stories live. Discover now