Me vuelvo hacia ella.

―Hola ―saludo y su mirada es de suficiencia.

―¿Vas a la oficina de Bledel?

Me pregunto por qué el interés.

―Sí, voy a dejarle un informe. ¿Sabes si está allí?

―Sí, está ―contesta como si lo supiera todo de él.

―Gracias por informar ―digo retomando mi camino.

―¡Espera!, ya que vas a verle, tengo algo muy importante que pedirte, y espero que puedas ayudarme.

―¿Y que necesitas de mí?

―Que renuncies a su asistencia. Puedes decirle ahora que vas a verle que no seguirás y que deseas que yo lo haga.

―¿En serio me estás pidiendo eso?

―¿Ves que bromeo? ―rechista con bastante sarcasmo.

―¿Y por qué yo haría eso? No tengo motivos para renunciar.

―Porque te conviene. Puedo darte dinero si es lo que quieres. Se que tu situación es bastante mala.

Las palabras de Natalie realmente me molestan. Ella solo usa mi situación económica para degradarme y que le haga un favor, o más bien que le conceda una exigencia.

―No voy a hacer nada de lo que dices y si me disculpas, tengo que irme ―digo bastante agreste, y ni siquiera me interesa preguntarle por qué ella cree eso.

Me voy y le dejo allí y camino tan rápido para evitar que me insista o me persiga. Llego azorada a la oficina de Bledel y tomo aire antes de tocar la puerta. Toco dos veces y espero.

―Adelante ―él contesta desde adentro y eso me alivia.

Miro por si esa odiosa me siguió, pero no está por ningún lado. Abro la puerta y él está frente a la ventana contemplando algo afuera. Es de tarde y desde allí se ve un bonito crepúsculo. Se vuelve hacia mí y me mira y ahora no sé qué decir.

Odio a Cand cuando me hace hacer estas cosas. Se me hace un nudo en la garganta y ahora no sé si preguntarle o no.

―Q-Quería agradecerle lo del libro de pinturas de Leroux, verlo ha sido fascinante, pero me pregunto si debo devolvérselo pronto.

―Puedes quedártelo, es un regalo.

―¿En serio?

Él seguro debe de notar mi cara de enorme sorpresa, tanto que sonríe.

―Es en serio ―continúa con bastante seriedad.

―Vale, muchas gracias.

―¿Algo más?

Ahora debo verme tonta.

―En... realidad sí, pero... me da mucha pena preguntárselo.

―¿Y qué es lo que te da tanta pena preguntarme?

―Créame que lo digo en serio,

―Hable, señorita Campbell ―dice con una calma que parece que me está sacando las palabras con un gancho.

―¿Le gustaría acompañarme a una exhibición de arte? ―pregunto casi que sacando las palabras a borbotones.

Tomo aire porque siento que me atraganto. No responde, solo me queda mirando. Pienso que fue mala idea y me vuelvo para salir de allí.

―Espere, ¿de quién es la exhibición?

―¿Entenderá de qué es si le digo que es de la profesora McEntire? ―pregunto y su mirada se vuelve algo perpleja.

―Supongo que sí. ¿Cuándo es? ―consulta asombrándome.

―¿Eso quiere decir que acepta acompañarme?

―Por eso estoy preguntando, también me puedes decir el lugar.

―¿Se lo puedo anotar todo?

―Como gustes ―responde y yo me apresuro en sacar un papel.

No encuentro mi libreta pequeña de notas, así que con pesar arranco una hoja de mi libro de bocetos y anoto los datos de la hora y la dirección que me dio Cand.

―Es aquí ―digo entregándole el papel.

Él lo toma y lo mira y luego me repara.

―También anote la suya, pasaré a recogerla a las ocho y media, ¿le parece?

―En realidad no creí que aceptara, pero sí, me parece ―digo con un poco de risa nerviosa y anoto mi dirección en el mismo papel.

Se lo devuelvo y él lo recibe, después de eso salgo corriendo de allí. Veo que Natalie está por allí rondando en el pasillo y busco irme por otro lado. Después de esto me encantaría ir a tomar un trago con Gav y Cand, pero debo ir a prepararme para mi primera sesión, así que voy por mi bici y me voy.

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Quiéreme por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora