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¿Qué pasó el día diecinueve? Fue un completo asco.

Yo estaba sola. La cama estaba sola. El lugar estaba solo.

Desperté buscando con mi mano el cuerpo de mi esposa, pero terminé encontrándome con las frías sábanas y una almohada. Fue entonces cuando recordé que Sasha estaba con Anne evitando que se hiciera daño, y que Luz y Willow habían muerto, y de que ahora era yo quien no tenía a nadie.

Salí del lugar después de unos cuantos minutos. Esperé encontrarme a las chicas para desayunar, pero lo único que vi fue mi plato de cereales en medio del lugar.

Me senté con melancolía y comí sin saborear. No volví a mi habitación cuando terminé.

Yo estaba allí, en medio del suelo, sola. Esperé que Sasha o Anne salieran, pero no lo hicieron.

Y me sentí mal... Supongo que toda persona que vive en soledad termina sintiéndose así.

Fue entonces cuando escuché a una puerta abrirse... La de la sala de visitas.

Un hombre de blanco entró dando pasos rápidos. No me dijo nada, pero comenzó a hacer señas en cuanto me vio.

Me recordó tanto a Willow...

— ¿Qué sucede?

Pero él no me respondió con palabras, sino con señas que me indicaban que debía entrar a la sala de visitas.

— ¿Alguien vino a verme?

Fue extraño pensar eso. Yo realmente no tenía a nadie fuera de ese lugar.

Él solo se encogió en hombros, tal y como si no estuviera seguro.

Decidí no preguntar más y entrar al lugar. El hombre de blanco no me siguió, y supuse que no lo hizo porque tenía que asear el pequeño lugar donde estábamos muriendo.

Una vez dentro me percaté de la figura que se encontraba tras el cristal. Era un hombre de estatura promedio, demasiado delgado, de piel morena y completamente calvo.  Usaba anteojos con cristales rotos y una bata blanca demasiado grande para su cuerpo.

Lo reconocí de inmediato como Louis Acedon, el tío de Willow.

— ¿Señor Acedon? —Me sentía completamente extrañada con su visita. Antes del contagio solo habíamos hablado un par de veces, y el que estuviera allí no tenía sentido, pues Willow había muerto un par de días atrás.

— Marceline —Murmuró. Su voz se notaba cansada, y a través de sus gafas percibí el dolor—... Lo siento.

— ¿Por qué? —No entendía sus palabras.

— Lamento estar aquí hoy e interrumpir tu día —Murmuró—... Desde que supe de su contagio quise venir, pero no aceptaron mi solicitud hasta hoy. Y ya es demasiado tarde para Willow...

Me entristeció verlo, pues realmente pude percibir su dolor. Él realmente había querido estar allí para ver a su amada sobrina, pero sus superiores no se lo habían permitido.

Sentí que aquello era un completo asco.

— Lo siento mucho, señor Acedon. Si le sirve de consuelo puedo decirle que tuvo compañía, y que amó y fue amada.

— Annebelle ¿Cierto? —Me preguntó con los ojos humedecidos.

— ¿Cómo lo sabe?

— En mis vacaciones fui a visitarla y Annebelle estaba en el departamento de Willow junto a su primo —Suspiró antes de seguir, como si la visión del pasado lo conmoviera—... Willow lo besaba a él, pero al ver los ojos de Anne podías darte cuenta de quién era la verdadera enamorada.

virus letal | sasharcyWhere stories live. Discover now