Prólogo

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Me desperté aquel domingo como un día cualquiera. Me levanté, peiné mi melena rubia y bajé a desayunar.
De repente oí un ruido proveniente de la puerta.
- ¡Cariño, es el correo, ve a recogerlo!- gritó mi madre desde la cocina.
"¿Cómo?" pensé "Pero si hoy es domingo. No hay correo los domingos..."
Aún así fui a la puerta a mirar qué ocurría.
En la entrada encontré un sobre amarillento y desgastado, con el sello de lacre de alguna institución. Antes de acercarme ya sabía de sobra qué era y de donde venía.
- Mamá...- susurré, mas el murmullo se intensificó, acabando en un grito- ¡Mamá ven a ver esto!
Mi madre vino corriendo desde la cocina. La miré. Nunca había comprendido por qué era tan hermosa, sin apenas imperfecciones en la cara, que estaba iluminada por las dos gemas verdes que se hacían pasar por sus ojos, y con el cabello rubio platino que caía por sus hombros como una cascada que finalizaba en su cintura. Todo el mundo opina que ella y yo somos idénticas; y es cierto que mis ojos y pelo son como los suyos; pero nunca los he logrado lucir tan natural y a la vez tan profesionalmente como ella lo hacía.
- Sí- susurró, mientras me arrebataba la carta, sacándome así de mi ensimismamiento- tu padre y yo contábamos con que este día llegaría. Pasa y siéntate. Tenemos mucho que explicarte.

Bruja por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora