—Tienes que estar jodiéndome, ¿no? —Verónika bufó—. ¿No puedes solo sacar ese de la fila y dejar todos tal cual?

—Vikky —advirtió una voz detrás de ellos.

Cuando Verónika se hizo a un lado quedó libre la imagen de Aleksis Frey recostado de la pared del pasillo estudiando la escena con los brazos cruzados.

—¿Tú qué quieres? —espetó la mayor.

—Ya la cagaste, no hace falta que además lo insultes —intervino Aleksis.

—¿Y cuál será tu prodigiosa sugerencia? —preguntó Verónika de mala gana—. ¿Que lo deje que arruine mi ropa blanca en compensación?

—No —cortó Axer—. No haré nada parecido. Pero cuando uno de tus pacientes reviva de repente... Ya sabrás a quién echarle la culpa.

Axer finalizó tirándole la puerta en la cara. Se veía tan exaltado, su cuello rojo, sus ojos exhumando un vapor metafórico que contaminó el aire de la habitación.

Sinaí extendió su mano hacia él con intención de tocarlo pero temió detonar todo lo contrario a una sensación de tranquilidad.

—Axer... —llamó ella. Un carraspeo se interpuso mientras pensaba mejor sus siguientes palabras—. Imagino que como tu novia ante los ojos de tu familia debí haber intervenido a tu favor, pero... espero me perdones por no entender una mierda de lo que acaba de pasar.

Axer ni respondió ni le dio la cara, simplemente se abalanzó en dirección a su escritorio y abrió el cajón donde estaban los demás lápices.

—Axer... ¿Estás bien?

El ruso se dejó caer en la silla y exhaló. Al ver a Sinaí y su cara de genuina preocupación, casi se le escapó una sonrisa.

—Cosas de hermanos —simplificó—. No te alarmes.

—Cosas de hermanos Frey, querrás decir.

Entonces una de las comisuras de los labios de Axer tiró hacia arriba. Extendió uno de sus brazos e hizo señas a Sinaí. Ella entendió el mensaje y se subió a su regazo; el simple acto la hizo reprimir un quejido a media garganta. El roce de la tela sobre las marcas de sus glúteos ya era tortuoso, pero el dolor de sentarse iba más allá. Y sin embargo, estar sobre él, custodiada por un medio abrazo, hacía de aquel sufrimiento algo placentero.

Sinaí quiso no recordar cómo habían llegado esas marcas a su cuerpo, pero un vistazo a la corbata de Axer le complicó el intento.

—¿Vas a matar a Verónika? —le preguntó ella queriendo sonar enfocada en el tema.

—No me mató ella a mí cuando le robé su preciado espécimen, menos bases tengo yo para justificar un fratricidio.

—Quiero sus problemas, ¿sabes? —bromeó Sina rodeando a su genio con los brazos en su cuello—. Debería haber un reality show de tu familia. Sería un éxito.

—¿Te burlas de mi sufrimiento? —inquirió él, y aunque su tono era informal, sus ojos miraban con fijeza los labios hinchados de su gatita—. Qué mala novia eres, Sinaí Borges.

—Triste por ti, soy la única que tienes.

—Y eres la única que quiero —finalizó él besándola detrás de la oreja con intenciones que iban más allá de la ternura.

—Axer... —jadeó ella— tu familia espera.

—Que esperen —dijo él inmiscuyendo su mano en el suéter que le había prestado.

Se deslizó por la piel que él mismo había limpiado con en la ducha que compartieron, y subió hasta prenderse de uno de sus senos. Le gustaba que no llevara sujetador, pero le gustaba todavía más sentir cómo perdía el aliento ante su toque despiadado.

Nerd 3: rey del tablero [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora