Undécimo Asalto 1️⃣1️⃣

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Le pedí a Viktor que me dejara a solas para despedirme de Heller en la puerta trasera del restaurante y que se mantuviera a distancia

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Le pedí a Viktor que me dejara a solas para despedirme de Heller en la puerta trasera del restaurante y que se mantuviera a distancia. Él no tuvo problema con eso, creo que evita a mi hermana de manera más intensa desde la cena de Nochebuena. Y es que yo no quería que la vieran conmigo después del bochorno que tuvo que presenciar siendo la hija del Duque de Baverburgo.

     Heller no se marchó muy conforme, pero al menos pude evitar que le fuera con el chisme a mi padre. Le di un beso y le prometí compensarla en otra ocasión con un almuerzo de súper hermanas.

     Pero Viktor no quiso irse muy lejos cuando llegó Hugo.

     Tras derramarle el bekri meze a la estúpida de Marta cabía la posibilidad de que Hugo me delatara, dándole a esa loca suficientes motivos para no solo ponerme una demanda sino hacerme detener en ese instante. Pero mira, me dio una grata sorpresa, él optó por callar y buscarme a mí.

     Y no solo eso. Estamos de bromas y buen rollo por primera vez en dos meses, cuando vamos de vuelta al gimnasio, en su coche.

     Pero claro, está del destino que el jodido plato griego me acabe amargando la tarde, no es una demanda de Marta por habérselo tirado encima, pero sí un nefasto recuerdo de mi vida cuando hablo de mi carrera universitaria, cuando comencé mi relación con Jürgen.

     Quince minutos más tarde entramos en mi oficina/casa. Si Hugo lo ve extraño, no dice nada, cosa que me gusta más, que no se deje intimidar por lo pequeño del espacio.

     Él se queda de pie hasta que le indico que puede sentarse en el sofá/cama. Pronto verá que el resto del mobiliario de la habitación tiene una doble función. De hecho, se da cuenta de inmediato de que la silla es el perchero que busca para dejar su chaqueta.

     Hugo no ha terminado de sentarse cuando Bimbo sale de detrás del sofá. Eso me pone en alerta, si le dice algo feo a mi perro tendrá que irse o yo misma lo echo patadas.

     —¿Qué pasa, tocayo? —dice al tiempo que se pone de rodillas para acariciarlo, sin importarle manchar su pantalón. ¿El presumido de Hugo se tira al suelo?

     Sonrío por lo extraño de la escena. ¡Están tan monos, los dos juntos, con esa confianza de colegas!

     No quiero molestarlos, así que me doy la vuelta para hacer los sándwiches. Escucho las risas de Hugo mientras Bimbo pretende saltar para saludarlo o se tumba en el suelo para recibir caricias en la barriga.

—Hugo es todo un personaje —dice él cuando ya me acerco con dos platos y dos cervezas en una mesa portátil, que llevo hasta el sofá. Me río—. ¿Qué pasa? —pregunta reparando en mi risa tonta.

     —No se llama Hugo.

     —Vaya... —Se queda sin palabras.

     —Quise reírme de ti.

A golpes contigo Where stories live. Discover now