Duodécimo Asalto 1️⃣2️⃣

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     Christian me presta su sudadera, de repente tengo frío. Él me coge por los hombros para obligarme a caminar.

     Tal como llegamos a la calle, vemos a Hugo dando instrucciones de lo ocurrido por teléfono a alguien de emergencias, escuchando atentamente al otro lado de la línea. Viktor, que sale con nosotros, me dice que él nos lleva al veterinario, ya tiene las llaves del coche en la mano para no perder tiempo.

     —Vamos, Paola, ve con ellos. Yo me encargo del gimnasio y te espero a que regreses. —Christian me besa en la mejilla antes de que me monte con Hugo en el coche de Viktor.

     No quiero mirar a Bimbo, Hugo lo lleva envuelto en su chaqueta. Puede parecer egoísta, pero solo se trata de temor, el de confirmar el terrible desenlace. 

     —He sido un imbécil, lo siento, lo siento mucho. —En cambio Hugo habla sin mirarme, sus ojos no se apartan de Bimbo—. Me he cegado con ese niñato…

     —En esto no voy a aceptar tus disculpas, porque eso sería admitir que te hago responsable de todo cuando fui yo quien se fue de la oficina. No tenías por qué estar pendiente de él.

     —Eso no importa para que yo lamente ahora lo ocurrido.

     El silencio se adueña del coche durante los escasos cinco minutos que tardamos en llegar a la clínica veterinaria. 

     Entramos corriendo de urgencia. Viendo el estado de la chaqueta de Hugo, nadie se opone. 

     Nos hacen pasar a una sala donde tampoco quiero entrar, paralizada de nuevo por el miedo. Hugo deja a Bimbo sobre la camilla, y antes de que se cierre la puerta abatible en mi propia cara me da tiempo a ver cómo él me mira triste, pero con una sonrisa de esperanza. ¿Es posible que esté enamorándome de Hugo? 

     Ya a solas empiezo a llorar. No recuerdo que lo haya hecho desde que me dejaron a las puertas del matrimonio por un cheque en blanco. Sé que no hay comparación entre ambos, Bimbo es mucho más humano que Jürgen. 

     —Bimbo es fuerte, saldrá de esta.

     Viktor me ofrece un café. Me envuelve con sus enormes brazos para que pueda encontrar consuelo.

     —Lo sé, Viktor. Pero esto no debería haber ocurrido.

     —De eso nada, Paola. —Me aparta para mirarme—. No puedes culparte tú, ha sido una cadena de malos entendidos.

     —Yo invité a Hugo.

     —Sí, ¿y qué? Esta vez estabas en la intimidad de tu despacho.

     —Pero Christian es solo un crío…

     —No, no lo es. Llevas años apartándolo de las calles, años que evitas sus meteduras de pata, y no te has dado cuenta de que ya es un hombre que puede defenderse solo. Y herir por él mismo, como ha sido el caso. 

     —Las ruedas, Viktor —digo de repente—. Las piezas de ese coche no durarán demasiado en el barrio si no se lo llevan de allí.

     —Yo me ocupo de todo, ahora ve a sentarte. —Me besa la frente—.  Te tranquilizas y no piensas en otra cosa que no sea Bimbo, ¿sí?

     —Lo intentaré —le prometo ya cuando se va.

     En esas estoy, pensando en Bimbo, en el día que lo adopté y en la compañía que me ha hecho estos tres años cuando cierro el gimnasio y Viktor se va, y lloro de nuevo al pensar que no regrese conmigo de nuevo. 

     Al fin sale Hugo y viene hacia mí, que sigo en la sala de espera. Estoy sentada, haciéndome parecer más inútil, pero claro, ya he demostrado, cagada de miedo, lo inútil que soy. 

A golpes contigo Место, где живут истории. Откройте их для себя