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Luego de haber terminado con la rutina diaria, dos cuerpos se encontraban muy pegados besándose, uno tendido en la cama y el otro encima. La lámpara que se encontraba sobre la mesa de noche era la única fuente de luz en la habitación, logrando hacer el ambiente algo más romántico. 

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Sehun separándose solo un segundo de los labios de su amado. 

—Muy bien. 

La respuesta fue breve antes de retomar los besos. 

Estuvieron así por unos segundos más hasta que Sehun se animó a iniciar un recorrido por el resto de su cuerpo,  repartiendo otros besos, mordidas y ligeras succiones que dejaron algunas marcas por el cuello, clavículas y pecho de Junmyeon; más específicamente, sobre sus hermosos pezones.  Haciendo a Junmyeon retorcerse debajo suyo, al mismo tiempo que abrazaba la cabeza de su pareja, necesitado y ansioso por seguir recibiendo atención en esa área.

Sehun jugueteó unos segundos más con ambos pezones, hasta que poco a poco Junmyeon fue soltando el amarre que ejercía sobre la cabeza de Sehun permitiendo que éste siguiera con su trabajo, por el abdomen, hasta llegar a la altura de la ingle. Decidió ignorar un rato esa parte y se centró en los blanquecinos muslos, profanandolos con sus marcas. 

Junmyeon se encontraba con las piernas totalmente abiertas a merced de Sehun quien decidió desviar su lengua desde los muslos hasta el pene de su pareja, metiéndolo en su boca. Ahuecando sus mejillas, sacando y metiendo la longitud de su cavidad e incluso lamiendo. 

El de cabellos negros empezaba a moverse más fuerte, arqueando la espalda y sollozando debido a las sensaciones abrumadoras que le ofrecía su pareja.

—Sehun, estoy a punto de… venirme —advirtió con algo de dificultad, deshaciéndose en gemidos. Sehun ignoró  por completo  aquella advertencia y siguió con la felación hasta que Junmyeon soltó sus fluidos en su boca, apretando la cabeza de Sehun con sus muslos.

Sehun tragó todo, gustoso, ahogándose un poco debido a la fuerte presión que ejercían los muslos sobre su cabeza, limitando sus movimientos.

Después de aquel maravilloso orgasmo, Junmyeon quedó con una sensación de debilidad en sus extremidades por lo cuál sus muslos finalmente cedieron, dejando a Sehun nuevamente en libertad.

Sehun se reincorporó y limpió las pequeñas gotas de semen que escurrían de sus labios con su lengua. 

—Eres un pervertido —se hizo oír Junmyeon, hablando con algo de dificultad.

—Es verdad. 

Sin más, volvió a agacharse entre las piernas blanquecinas, pasando sus brazos por debajo de los muslos, como tratando de abrazarlos para inmovilizar al contrario e iniciar con el trabajo de humedecer y estirar la entrada de su novio. 

Junmyeon gimió cuando sintió algo húmedo y suave en esa zona

—Sehun… —totalmente afectado por la invasión de aquella lengua.

Era una sensación deliciosa, sin embargo, era algo vergonzoso también. A pesar de haber compartido tantos encuentros sexuales con su pareja, pensaba que nunca terminaría de acostumbrarse.

Cuando estuvo lo suficientemente húmedo, Sehun inició ingresando un dedo a aquel lugar, simulando embestidas por el tiempo suficiente antes de meter un segundo y un tercer dedo. 

Luego de un par de minutos de trabajo, Junmyeon estuvo lo suficientemente estirado como para recibir el pene de Sehun, quien no se hizo esperar, esparciendo su propio líquido preseminal en toda su extensión antes de ingresar en el cuerpo del más pequeño, lentamente. Apoyándose con las manos sobre la cama, una a cada lado del rostro de su pareja.

Una vez dentro, esperó a que Junmyeon se acostumbrara a la intromisión.

—Puedes moverte —y esa era la señal. Junmyeon se encontraba ansioso y listo para recibir lo que Sehun tenía para darle.

Retiró su miembro hasta la mitad y lo volvió a ingresar, así, pausadamente, hasta que ambos ya no podían soportarlo más y las embestidas se hicieron cada vez más bruscas y veloces.

El más pequeño era muy vocal a la hora del sexo, y difícilmente podía retener sus hermosos gemidos, los cuales a oídos de Sehun podrían ser tranquilamente equiparables a un coro de ángeles. 

A Sehun en definitiva le encantaba escuchar aquellos gemidos. 

Cada vez que hacían el amor, no podía evitar sentir que con cada empuje que daba dentro de Junmyeon tocaba el cielo. El interior de Junmyeon era realmente acogedor, cálido, húmedo y deliciosamente apretado.

Junmyeon lo llevaba al paraíso cada noche desde que vivian juntos hace tres años, cada vez que hacían el amor.

Muchos decían, incluso sus padres, que la relación que llevaba con Junmyeon era incorrecta, que era pecado, pero él ya no concebía la idea de que algo tan bueno, tan correcto, así como sentía que era estar con Junmyeon fuera malo. 

—Justo ahí… —las caderas de Junmyeon también empezaron a moverse de manera desesperada, luego de sentir cómo Sehun tocaba aquel punto dentro de él que le hacía perder la cabeza.

Sehun siguió golpeando aquella zona repetidamente, hasta que Junmyeon se corrió en medio de ambos, siendo seguido por él mismo luego de un par de embestidas más.

El interior de Junmyeon fue llenado por el semen espeso y caliente de su pareja.

Sehun se derrumbó sobre el cuerpo de Junmyeon, con cuidado de no aplastarlo y Junmyeon, más que satisfecho por el orgasmo que le había regalado lo abrazó mientras que con una mano acariciaba sus cabellos mojados debido al sudor.

—Eso fue muy bueno, cariño… —una expresión totalmente relajada pintaba su rostro.

Sehun rió perezosamente por lo bajo. —Te amo.

—Yo también. 

Ambos se amaban con locura. A pesar de lo que la gente dijera.

Amarse definitivamente no era malo. 

Le habían dicho que su relación con otro hombre lo condenaría al infierno, pero él sólo podía sentir como si estuviera en el paraíso. Porque para él el paraíso se encontraba entre las piernas de Junmyeon. 

Lo que ambos tenían, una vida llena de amor, felicidad y respeto, definitivamente no podía ser más que algo correcto.



Fin.

Donna Angelo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora