Munson por instinto, atrajo el cuerpo de Beverly contra su pecho, protegiéndola.

—Esto no se ve bien. —Indico nervioso Steve

Nancy volteo con velocidad el otro extremo del lugar, con una idea en mente.

—El bosque. —Se volteo hacia Eddie —Todo aquí es exactamente lo mismo que allá arriba. La roca del cráneo no debe estar lejos, iremos en seguida.

—¿De qué hablas, Wheeler? —Le pregunto arqueando una ceja.

—Vete con Beverly. Mantenla a salvo en lo que nosotros nos encargamos de lo que creo que son murcielagos .

Tanto Beverly como Eddie miraron extraño a Nancy. Todos se asustaron cuando volvieron a escuchar extraños sonidos en los cielos. Esas criaturas se aproximaban. Munson se inclinó hacia abajo y dio una palmada en su espalda, indicándole a Beverly que subiera. Dio un salto a su columna y este envolvió sus antebrazos sobre sus rodillas antes de levantarse.

—¡Corran! —Les ordeno Steve.

La pareja les dio un último vistazo y Eddie empezó a correr con Beverly.

El ambiente era de no creer. El cielo nublado de un color azul oscuro, el aire frio y con ello, partículas blancas flotando en todo el entorno, algo como copos de nieve. Los relámpagos rojos se intensificaban, como si los estuviesen siguiendo. Toda una experiencia ajena a los que sus mentes imaginaban.

Al estar en la roca del cráneo, Eddie bajo con delicadeza a Beverly y ambos se refugiaron en el pequeño túnel que se formaba entre las rocas. Él estaba muy atento con ella, inspeccionaba que estuviese cómoda y le quitaba los cabellos húmedos que tenía pegado en su rostro, no se estaba quieto.

—Lo siento mucho. —Susurro Beverly y su contrario alzo la vista. —Lamento en haberte preocupado.

Eddie la miro fijamente con tristeza. Aún conservaba ese tono de piel pálido y una culpa se le formo en sus entrañas al verla en ese estado. Había jurado protegerla y ahí estaba; herida y con un aspecto de muerto viviente.

—¿Eddie? —Lo llamo al ver que estaba estático.

—Cuando inicio toda esta mierda, yo sabía lo que era capaz de hacer. Un completo cobarde. —Confeso. —Y ahora, desde que vi el verdadero peligro en el que estabas, descubrí algo nuevo. Le temo a Vecna, le temí al portal, pero no lo pensé ni un segundo y fui tras de ti. No fue suficiente y saliste herida, yo de verdad lo siento.

—Escucha, Eddie...

—No. Por favor...—La tomo de la mano. —Admiro que seas valiente y no necesites ayuda, pero te pido...—Le rogo —que me dejes ser egoísta.

Beverly se quedó callada.

—Acepta mi ayuda. Tú eres la que me ha salvado y quiero que a partir de ahora, me dejes sostenerte. No importa el nivel de peligro que pasemos, te aseguro nada será comparado con mi dolor si te llego a perder.

A Beverly se le cristalizaron los ojos.

—¿Por qué dices que te he salvado? Siento que soy la razón por la que se te han dificultado las cosas. —Las lágrimas corrieron por sus mejillas.

—¿Por qué piensas eso? —Limpio sus lágrimas con sus dedos y le sonrió. —Te convertiste en el motivo por el cual mi vida tiene sentido.

Ella giró a un costado su cabeza, evitándolo.

— ¿Y sabes porque? —Eddie la tomo de su barbilla para mirarla a sus ojos llorosos. —Porque te amo. —Susurro

Beverly abrió los ojos con sorpresa, las lágrimas no dejaron de brotar. Los ojos de Eddie brillaban, la miraba con tanta ternura que era un motivo para no parar de llorar. Aquello sonó tan sincero que sentía como el corazón se le saldría del pecho, incluso imagino que brincaba por las nubes mientras su canción más melosa se reproducía en su cerebro.

—Me siento rechazado. —Menciono al ver el rostro sorprendido de ella. —¿Estoy siendo rechazado? —Abrió mucho los ojos inundándose por el pánico. —Tenerte en silencio me esta...

Beverly no lo dejo terminar y lo jalo del chaleco, uniendo sus labios de una forma brusca. Eddie recargo ambas manos sobre la roca, dejándola en medio para no aplastar su herida. La chica apretaba su cabello castaño para una fuerza más placentera al juguetear con sus labios. En algún punto, ambos sonrieron durante el beso. Los seguidos relámpagos los iluminaban por instantes, los sentía como fuegos artificiales festejando aquella declaración de amor.

—Yo también te amo. —Por fin le respondió. Pegando sus labios contra su mejilla, llenándolo de besos demostrando una felicidad que ni ella se creía.

Su yo de hace tres años celebraba. Vecna sabia del amor que le tiene a Eddie y lo utilizó en su contra, como si fuese un pecado.

No solo gustaba de él; estaba enamorada. Tan enamorada que olvido el agudo dolor de su herida y que permanecía en el lugar del enemigo.

HEALER | Eddie MunsonWhere stories live. Discover now