"One-Shot" Arrastradote al infierno

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  No espero tener por revelarles esta historia, tratándose de un caso en el que mis sentidos se niegan a aceptar su propio testimonio, yo habría de estar completamente loca si así lo creyera. No obstante, no estoy loca, y con toda seguridad no sueño.

Me atrevería a decir que todo inicio un verano cuándo tenía nueve años de edad, en ese tiempo fui a visitar por primera vez en años a mi abuelo paterno en un pueblo antiguo ubicado a las afueras de Rasinari. No lo había visto desde el funeral de mi abuela hace cinco años, supongo que su muerte le afecto un poco ya que podría decir que mi abuelo era un anciano muy extraño, parecía tener demencia, y aunque muy pocas veces intercambiabamos palabras, sentía que era otra persona, en ciertos momentos solía verlo hablar solo y eso me inquietaba.

Y aunque me encantaría decirle que solo eso me inquietaba les estaría mintiendo. Antes de que llegara la noche mi abuelo solía sentarse debajo de un viejo y seco roble sosteniendo un antiguo radio entre su pecho, dónde solía escuchar una extraña melodía que se repetía una y otra vez, podía quedar grabada en tu mente en tan solo oírla, podía darte pesadillas como las que siempre solía tener cada noche luego de haberla escuchado en las tardes junto a él. Era como si te arrastrara a otro lugar fuera de lo normal, un lugar envuelto de tinieblas y oscuridad dónde los gritos se vuelven vacíos, dónde el Sol jamás regresa, dónde te arañan la piel hasta que te desangras.

Y era cierto, muy cierto, cada mañana mi piel amanecía rota, raspada, arañada y destrozada, sin haber ninguna explicación lógica. Al principio pensé que se trataba del gato de la vecina que siempre venia de visita, pero con el tiempo descubrí que las heridas fueron causadas por manos humanas. Con el tiempo mucho de esos recuerdos parecían desvanecerse, solo podía recordar aquella sensación de terror, pánico, temía que apagaran las luces, temía quedarme dormida, detestaba estar en aquel extraño lugar que emanaba algo oscuro y macabro.

En ese tiempo no tenía la madurez necesaria para entender al mundo, o lo que estaba sucediendo, tampoco era capaz de diferenciar la realidad de la ilusión. Poco después de que se acabara el verano regrese a mi hogar y en esa misma noche mi abuelo murió de una muerte que aún se le desconoce. Me dejo aquel viejo radio como parte de mi herencia, y aunque muchas veces sentía el impulso de deshacerme de el, simplemente no pude, era el único recuerdo que me quedaba de mi abuelo.

Jamás imagine que mis peores pesadillas proviniesen de una simple canción del viejo radio que tanto apreciaba mi difunto y querido abuelo.

Aquel día en que mis pesadillas cobraron vida, me encontraba envuelta en una manta a lado del ventanal, apague las luces de mi recamara y por última vez me dispuse a oír la radio que mi abuelo me había heredado, tenía planeado donarlo mañana al museo local, obviamente ya no le temía, teniendo actualmente diecinueve años lo último que le pudiese temer era no poder aprobar el semestre. No me mal interpreten, estaría mejor en un lugar dónde aprecien su antigüedad, que seguir estando oculto en el sótano.

Ya cómoda lo encendí, intenté buscar algún canal de trasmisión donde pudiese oír algo, pero tratándose de su antigüedad era imposible encontrar algún canal que aun permaneciera en sintonía de trasmisión. Pase casi toda la noche buscando alguna canción o algo que se escuchase en aquel radio, pero fue imposible, solo se oían canales caídos. Ya no funcionaba.

—Ya es suficiente por hoy.

Rendida decido que ya se había llegado el momento de irme a dormir, debía de descansar. Me acomodo en mi cómoda cama y fue en ese mismo momento que la canción que jamás pensé volver a escuchar comenzó a sonar en aquel viejo radio. «Se suponía que ya no debería de funcionar».

Por primera vez desde que murió mi abuelo la canción nuevamente volvió aparecer. Una voz dulce y femenina muy semejante de opera canta:

Cuándo se oculta el sol te veo aparecer…

Arrastradote al infierno [#PGP2024]Where stories live. Discover now