III - Mi primer acercamiento

Start from the beginning
                                    


Mis días consistían en ir de oficina en oficina entregando currículums con una sonrisa desesperada, intentar caerles bien a las secretarias y mostrar buena planta ante los jefazos que pasaran por la recepción. Rechazaba invitaciones de amigos para ir a perder el tiempo a un bar por las tardes, almorzaba con lo que podía conseguir en un supermercado (café de nevera y tortilla de patata acartonada), y seguía pateando las avenidas.

Cuando comprendí que si me limitaba a los trabajos dignos para mi carrera, podría morir de hambre y en la calle, empecé a pasarme por las tiendas de ropa, las cafeterías y los restaurantes. «Soy lo suficiente joven para no ser tomado en cuenta en una buena empresa» me decía, «pero alguna ventaja tendrá. Puedo conseguir un empleo de medio tiempo doblando camisas».

Teniendo en cuenta que con el índice de paro que tenemos, muchos de vosotros ya han estado en mi situación o conocen a alguien que lo está, sabéis que mi pensamiento era erróneo. En los lugares en los que me atendían con amabilidad, me explicaban que buscaban a gente con un mínimo de dos años de experiencia. Dos años de experiencia doblando camisetas. Yo llevaba toda la vida haciéndolo con mi armario, pero al parecer no era suficiente.

Puse currículums en bares, guarderías, tiendas de mascota, sexshops y agencias de modelo, por si caía la breva. Nada estaba de más. A raíz de ese hecho, y de mi publicación en el facebook, un contacto que apenas conocía, de los que te da por aceptar porque tiene una foto de perfil donde sólo muestra los abdominales y son todo lo que necesitas en ese momento, me propuso pagarme por una sesión de fotos. El pago era ridículo y lo de «fotos» era un eufemismo para sexo, así que por orgullo lo rechacé.

No tenía nada en contra de su táctica, excepto lo irrisorio de la cantidad. Si soy sincero, me sentí ligeramente halagado porque alguien estuviera dispuesto a pagar para follarme. Sé que pensaréis que me estaba insultando, porque en esta sociedad la prostitución es un insulto, pero analicémoslo crudamente: Él creía que mi cuerpo era atractivo. Estaba dispuesto a pagar por disfrutar de él. Su pago es una valoración económica sobre mi figura, no sobre mi formación académica, por tanto, halaga mi belleza. Mi ego físico tenía motivos para envanecerse.

Es como si vas a pagar a un alfarero por un encargo y se ofendiera porque pretendieras darle dinero por el trabajo de sus manos y no por la charla culta que te da mientras te atiende. Yo no intento comprar al hombre, sino a las manos. Él no quería comprar mis sentimientos, sino mi carne.

Prostituyo mi intelecto cada vez que le doy el resultado de mis ideas a una empresa que me putea. Prefiero prostituir mi cuerpo, que no da más beneficio que un orgasmo momentáneo, que mi mente, cuyo fruto va a ser explotado mientras sea útil.

Pero ese es un pensamiento particular mío. No hace falta que estéis de acuerdo con lo que pienso. Cada cual tiene sus propios principios. El caso es que, si os hace sentir más tranquilos, no accedí a esa oferta (en ese momento).



Mi encaprichamiento por Mario no disminuyó por culpa del estrés y mi incapacidad para tener vida social. Por el contrario aumentó hasta convertirse en algo similar a una obsesión. Cada vez que coincidíamos en la entrada del edificio se me ponía una sonrisa satisfecha en el rostro y no perdía oportunidad de dedicarle un saludo. Si nos encontrábamos en el supermercado, daba vueltas entre los pasillos aunque ya hubiera acabado con mi compra, me colocaba en la misma fila, le dedicaba una sonrisa sorprendida («¡Qué casualidad! ¿Cuántas veces nos hemos topado en la última media hora?»), y hacíamos el camino de regreso a casa con una charla ligera sobre el tiempo, el paro y la mala política económica.

Con frecuencia me encontraba admirando a escondidas las formas que se podían adivinar bajo su chaqueta veraniega, especialmente los hombros. Con él me comportaba de una forma distinta a la habitual. Lo normal es que si tenía que mirar el cuerpo de un hombre, tendiera a fijarme en sus nalgas. Tengo un fetiche particular por las nalgas redondeadas y duras, de atleta o de bailarín.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 16, 2015 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Quiero ser tu puta (gay/yaoi)Where stories live. Discover now