Capítulo 3: Pensando en ti/Un día (One day)

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La única manera que Gabo tenía como contacto con Lorenzo eran las fotos que él pocas veces subía. Y luego, Gabo perdió la poca sanidad que quedaba en él cuando vio las fotos en dónde Lorenzo salía con un chico rubio. Gabo podría engañarse, decirse que era un simple amigo, porque la cercanía y la sonrisa tenue de Lorenzo no le permitían pensar así. Gabo se volvió un huracán y destrozó todo aquello que podía. El monstruo vil lo consumió. Los pedazos de vidrio caían al suelo con un sonido estruendoso. Gabo golpeó lo que tenía a su alcance. Lorenzo no podía salir con alguien más, no podía. En algún punto, se quedó dormido en medio del desorden, sollozando. Cuando Felipe llegó, lo primero que notó fue la cajetilla vacía, y después, los dedos ensangrentados de su amigo, quien estaba tirado en el piso.

—¡Gabo! ¡Gabo!— Felipe se hincó. Movió el hombro de su amigo con suavidad. 

Gabo abrió los ojos. Felipe respiró hondo, aliviado. 

—¿Qué hacés en el piso? Pensé que habías hecho algo de lo que te arrepentirías.

Gabo se incorporó lentamente. Sus ojos anunciaron su llanto. Las lágrimas hicieron el mismo recorrido, de los ojos hasta el cuello.

—Ya lo hice, Feli. Él no va a volver, él ya no me quiere— Gabo dijo, entre hipidos. 

Felipe lo abrazó. Esta escena se había repetido un centenar de veces. Felipe se había quedado sin palabras que ayudaran a comprender a su amigo que era cuestión de tiempo, que quisiera o no, tenía que enfrentar lo que había hecho y continuar, superarlo. Y a su vez, Lorenzo debía hacer lo mismo.

—Debo de ir a México. Tengo que hablar con él. Todavía podemos…

—Gabo, Gabo, oye Gabo. Respirá— Felipe se apartó del abrazo —No podés hacer eso. Solo piénsalo. México es un país grande. No sabes dónde está. Y su papá no va a decirte, y mucho menos sus amigos.

—Lo voy a encontrar.

—No, Gabo. Ya tienes que aceptarlo.

—No puedo hacer eso. 

Felipe usó las mangas de su camisa para limpiar el llanto de su amigo. Las lágrimas corrían como un río desembocado. 

—Vamos, te llevaré a la cama y te haré algo de comer, ¿sí?

Nunca podría agradecerle a su amigo el estar allí, ser un soporte que necesitaba, ser el camino de la razón. Y era verdad, el tiempo llevaría a cabo su labor de sanar, pero las cicatrices serían un recordatorio permanente. Porque Gabo jamás iba a dejar ir los recuerdos, su cerebro se oponía a almacenarlos. Gabo todavía visitaba los lugares a los que acostumbraban ir, los lugares que eran de ellos, dónde habían rehecho cientos de memorias una y otra vez. Gabo iba a la playa a recordar, a tratar de vencer el arrepentimiento, a buscar un plan de acción. Gabo siempre iba de paseo a los momentos felices, a las peleas, a las primeras y últimas veces. Gabo sonreía al recordar, pero luego se borraba al imaginar que Lorenzo lo haría con alguien más. Le dolía que Lorenzo tenía todo el derecho de seguir adelante.

☆☆☆◇☆☆☆♧☆☆☆♤☆☆☆

Lorenzo apiló las cajas cerca de la puerta. Estaba limpiando su habitación. Había escuchado que Francisco tenía una hija, así que si Francisco y su papá decidían llevar su relación al siguiente nivel, la niña podría ocupar su habitación. Aún tomaba una decisión respecto al tema de regresar a Argentina. Aceptaba que volvió con su madre para huir, pero había disfrutado el tiempo con ella y con su familia. Si decidía hacerlo, no sería de un día a otro. Y, su estadía estaba llegando a su fin. Lorenzo ya había comprado el boleto de regreso, y su madre estaba ansiosa por volver a verlo.

Out of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora