Prólogo

20.9K 1.3K 97
                                    

Prólogo
Megara Sacris
Un año después.

Esto no podía estar pasando.

Mis manos ensangrentadas me traían recuerdos para nada agradables y el olor putrefacto de la sangre que ese estúpido cadáver no dejaba de soltar me provocaba náuseas.

La sangre aún estaba caliente y los ojos del hombre seguían abiertos, casi parecía que me estuviera mirando.

Todo lo que había mejorado, todo lo que había avanzado, se había ido a la mierda con un par de grabaciones antiguas. ¿Cómo podía ser cierto? ¿Cómo podía ser real?

Había creído estar en el cielo, realmente pensé que todo iría bien. Ilusa de mí. Todo el mundo sabe que no puedes ir al paraíso si por la noches duermes con demonios.

—Corazón...

Casi fue como si los invocara.

Los noté a mis espaldas, a los tres, mas no me giré. No quería verles la cara, no después de saber que ellos siempre supieron todo y que me dejaron ser una niñata perdida en su macabro infierno.

Tal vez mi lugar siempre fue el infierno, porque realmente nunca llegué a conocer el cielo. Ese año en el que creí haber alcanzado la gloria eterna, solo fueron viles mentiras de los diablos con los que habitaba.

Volví a centrarme en el cadáver. Seguía ahí, obviamente, y sus ojos casi salidos de órbita lucían como si se enfocaran en mí. Era como si me hablara; «te lo mereces, perra», parecía decir.

El cuchillo manchado de sangre aún seguía en mi mano temblorosa. Lo agarraba con fuerza, sin intención de soltarlo, y la idea de marcharme de una vez por todas al verdadero infierno pasó por mi mente.

Yo pertenecía ahí abajo. Lo viví en la Tierra, el real no debía ser peor.

Sentí una mano agarrar mi muñeca con suavidad, arrebatándome el arma y, con ello, mi viaje a ser la mano derecha de Satán.

Al fin y al cabo, me enamoré de tres demonios en la Tierra. Quizá ahí me haría amiga del rey.

—Ángel...

A él tampoco lo escuché, mi vista se perdió en los seis agujeros que tenía ese hombre en el pecho. Su respiración era inexistente y su color de piel era pálido y casi azulado.

—Nena...

Y entonces exploté, cayendo a los brazos de la reconfortante oscuridad en la que siempre me refugiaría.

Los Greco llegaron a mi vida como si fueran ángeles, estúpida de mí por no escuchar las advertencias, porque realmente eran demonios.

Los GrecoWhere stories live. Discover now