31. Los justos son los pecadores

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-¿Eso ha sido Zev? -pregunta Isaac acojonado. 

-Sí. -responde Stormy. 

-No jodáis, es todo mentira, no siente nada por mi hermana, no está sufriendo, solo quiere que le saquen de ahí. -gruño viendo que esta vez Jade tarda más en recuperarse. 

-¿Estás de coña? Nic, lo que ha sufrido él no es normal. Daría lo que fuese por esa chica. -dice Stormy. 

-¿Y tú que sabes? 

Ella resopla al ver que no quiero ni voy a entrar en razón. 

-¿Cuánto tiempo? 

-Doce minutos. -responde mi tío preocupándose. 

Subo a la tarima acojonado tocando sus mejillas y mirándola a los ojos. 

"Venga Jade, por Dios, no me hagas esto. "

Según pasan más minutos todos los que están fuera se acercan a ver qué está pasando hasta rodear a mi hermana y a mí. 

Se vuelve a escuchar otro rugido más fuerte, tanto que esta vez tiembla el suelo. 

-Megan, rápido. -ordena mi tío acercándose para alejar a todos. La bibliotecaria comienza a conjurar haciendo que el cuerpo de Jade vuelva a juntarse, la está ayudando a regenerarse. 

En cuanto abre los ojos y coge aire comienza a toser y a hiperventilar. 

-Necesito parar, no puedo más... -dice escondiendo su cara en el suelo de la tarima para que no la veamos llorar. 

...

"-Jade. "

"-¿Dónde estás? "

"-Necesito verte. "

Me pongo en pie y salgo de la habitación, como de costumbre Stormy no está, va a su clase nocturna de caza. 

Yo me limito a recorrer pasillos y bajar escaleras, muchas escaleras. 

En ningún momento separo mi mano de mi abdomen me duele mucho. Cada día el entrenamiento se vuelve más duro y mi cuerpo acaba más cansado. 

Pero algo me da la fuerza necesaria para no quedarme tirada en una esquina agotada.

Llego a un pasillo bajo tierra hecho de piedra, se respira un ambiente frío y tenebroso, pero sigo caminando pegada a la pared para asegurarme de no perderme.

En cuanto empiezo a caminar las antorchas se encienden solas iluminando vagamente la estancia.

Llego a una habitación con muy poca luz, enciendo la linterna del móvil viendo que si doy un paso más caeré al vacío, literalmente. Hay una caída tan profunda y tan oscura que ni mi linterna sirve para iluminar. 

Retrocedo varios pasos para asegurarme de que si me tropiezo no caeré, así que pego mi espalda a la madera de la puerta y miro hacia delante lentamente viendo el único puente de piedra que conecta con la plataforma que hay en medio de la sala, que por cierto es circular y tiene otras tres puertas en los puntos cardinales. 

Pero en cuanto veo lo que hay en medio de esa plataforma mi corazón empieza a doler. 

Zev está de espaldas a mí, dos grandes barras de hierro están atravesando su pecho haciéndole sangrar de forma constante. 

Por si fuera poco, tiene un collar de hierro en su cuello con cadenas que lo atan al suelo, sus manos también están esposadas a dos cadenas que se enganchan en las paredes de esta sala de torturas. 

-Zev... ¿Estás bien? -pregunto caminando con lentitud sobre el estrecho puente. No responde. -Soy yo, Jade. -al escuchar mi nombre levanta la cabeza levemente. 

-¿Qué haces aquí? -parece sorprendido, pero su voz suena ronca y agotada. 

-Dios... ¿Qué te han hecho? -me pongo frente a él poniendo mi mano en su mejilla, él busca más de mi contacto mientras deja escapar una lágrima silenciosa. -No, no llores, por favor. -pido. -No mereces esto. -susurro limpiando sus lágrimas. 

-Duele mucho. -admite casi en un suspiro, me fijo en la muñequera de sus manos. El metal está quedando su piel y con cada movimiento que hace, por mínimo que sea, le duele. 

Intento coger las cadenas pero su voz me detiene. -No lo hagas, te harás daño. 

-¿Las cadenas o tú? -le miro a los ojos, él me suplica con su mirada. -Zev, Me duele más verte así que tocar unas cadenas a mil grados. No me vas a quitar esto de la cabeza, te voy a sacar de aquí aunque me cueste la vida. 

Antes volver a agarrar la cadena acerco mi mano lentamente, lo que me sorprende es que del metal (que debería ser rígido) salen espinas de hierro. Pero no me detengo, al tocar la cadena siento un dolor tan profundo que me rompo, aguanto como puedo y me mantengo firme ante lo que suceda. 

Al ver que al tocarla no se deshace o desaparece como la última vez, decido agarrarla con las dos manos y tirar con todas mis fuerzas, al final se acaba rompiendo y el brazo de Zev cae sin fuerza. 

Miro mis manos, llenas de sangre y agujereadas por las espinas. 

Levanto la vista al ver que él rompe la otra cadena sin ningún esfuerzo, rompe el collar de su cuello en varios pedazos. Solo faltan esas barras de hierro. 

Al ver que las agarra y empieza a moverlas aparto la mirada y cierro los ojos. No quiero verlo, no puedo. 

Pierdo la noción del tiempo intentando escapar de la situación para no entrar en pánico, pero de repente me rodea con sus brazos. Su pecho sube y baja con mucha intensidad, le miro a los ojos queriendo decírselo, pero me quedo sin palabras al ver que el rojo lucha por salir. 

Antes de que pueda rebatirle nada coge mis mejillas entre sus manos y me besa con tanta calma y a la vez tanta necesidad que siento que me voy a morir






JadeWhere stories live. Discover now