EL PROBLEMA DEL MANEJO DE LA RIQUEZA

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EL PROBLEMA DE NUESTRO TIEMPO es la correcta administración de la riqueza, para que los lazos de fraternidad sigan uniendo a ricos y pobres en una relación armoniosa. Las condiciones de la vida humana no sólo han cambiado, sino que se han revolucionado en los últimos cientos de años. Antes había poca diferencia entre la vivienda, el vestido, la comida y el entorno del jefe y los de sus sirvientes. Los nativos americanos están hoy donde estaba entonces el hombre civilizado. Cuando visité a los sioux, me llevaron al wigwam (carpa portátil de los nativos) del jefe. Era igual a las demás en su aspecto exterior, e incluso en su interior las diferencias eran insignificante entre ella y las de los más humildes de sus valientes. El contraste entre el palacio del millonario y la cabaña del trabajador que tenemos hoy en día muestra el contraste al que ha llegado con la civilización. Este cambio, sin embargo, no debe ser deplorado, sino acogido como altamente beneficioso; es bueno, más aún, esencial, para el progreso de la humanidad que las casas de algunos sean hogares agradables, más confortable y cuente con la mejor literatura y artes, y todos los refinamientos de la cultura, en lugar de que no exita y nadie lo disfrute. Mucho mejor esta gran irregularidad que a la miseria universal. Sin riqueza no puede haber Mecenas. Los "buenos tiempos" no eran buenos tiempos. Ni el amo ni el siervo estaban tan bien situados entonces como hoy. Una recaída en las viejas condiciones sería desastrosa para ambos, sobre todo para el trabajador, arrasaría con la civilización. Pero ya sea que el cambio sea para bien o para mal, está sobre nosotros, más allá de nuestro poder de alteración, y, por lo tanto, debe ser aceptado y aprovechado al máximo. Es una pérdida de tiempo criticar lo inevitable.

Es fácil ver cómo ha llegado el cambio. Una ilustración servirá para casi todo el proceso que la causa. Tenemos toda una historia en la fabricación de productos. Se aplica a todas las combinaciones de la industria humana, estimuladas y ampliadas por los inventos de esta era científica. Antiguamente, los artículos se fabricaban en el hogar o en pequeñas tiendas que formaban parte de la casa. El maestro y sus aprendices trabajaban codo con codo, viviendo estos últimos con el maestro y, por tanto, sometidos a las mismas condiciones. Cuando estos aprendices se convertían en maestros, su modo de vida cambiaba poco o nada, y ellos, a su vez, educaban a los aprendices sucesivos en la misma rutina. Había, sustancialmente, igualdad social, e incluso política, los que se dedicaban a las actividades industriales tenían entonces poca o ninguna voz en el Estado.

El resultado inevitable de este modo de fabricación era la producción de bienes burdos a precios elevados. Hoy, el mundo obtiene productos de excelente calidad a precios que incluso la generación anterior habría considerado increíbles. En el mundo comercial, causas similares han producido resultados parecidos, y la humanidad se beneficia de ello. Los pobres disfrutan de lo que antes no podían permitirse los ricos. Lo que eran lujos se han convertido en necesidades de la vida. El trabajador tiene ahora más comodidades que el agricultor de hace unas generaciones.

El hombre de campo tiene más lujos que el terrateniente, está mejor vestido y disfruta de una casa más confortable.

El terrateniente tiene más libros y cuadros raros y artísticos que los que el rey podía conseguir entonces.

El precio que pagamos por este saludable cambio es sin duda grande. Reunimos a miles de operarios en la fábrica y en la mina, de los que el patrón puede saber poco o nada, y para los obreros es poco más que un mito. Todas las relaciones entre ellos es inexistente. Se forman elites rígidas y, como es habitual, la ignorancia mutua genera desconfianza. Cada clase no siente ninguna simpatía por la otra y está dispuesta a menospreciar a todo. En virtud de la ley de la competencia, el empleador de miles de personas se ve obligado a realizar las economías más estrictas, incluidos los sueldos pagados a la mano de obra, a menudo surgen fricciones entre el empleador y el empleado, el capital y el trabajo, ricos y pobres. El ser humano en la sociedad pierde la homogeneidad.

El evangelio de la riqueza Where stories live. Discover now