Seth enarcó una ceja, intentó camuflar la risa que apretaba su garganta, la ahogó con otro trago — Tienes pegado olores a miel y leche sobre ti, estoy seguro que tú no hueles a aromas agradables —

Eugene guardó silencio, ni siquiera se había percatado que llevaba pegado un poco de la esencia del par tan dispar de sus vecinos.

— No hablemos de que vas por ellos a la escuela, cada maldito día —

Eugene siguió evitando dar sus declaraciones al pedir otra cerveza.

"¡Que tengas un lindo día, nos vemos pronto, Gene!"

Claro que recordaba su promesa de encargase de llevarlos y traerlos todos los días. Archer siempre repetía esas estúpidas palabras que eran como un mantra. Agradecía el viaje, dejaba una (de las tres) lonchera en su camioneta para que él la comiese durante la mañana, y el par se despedía cálidamente de él.

Y al llegar por ellos, Thiago rellenaba el silencio contándole efusivamente sobre sus aventuras en el colegio, Archer tarareaba mientras escuchaba a su hijo con una sonrisa en los labios y cuando el pequeño finalmente terminaba, el omega le preguntaba: "¿Cómo ha ido tu día?"

No lo iba a negar, se sentía bien. Jamás nadie en su vida se preocupó por preguntarle sobre lo que había hecho, ni hacían una estúpida promesa que definitivamente se cumpliría, o unos buenos deseos para que tuviese una maldita agradable jornada. Ni siquiera su padre, con Mylo había vivido un amor más adolescente, dinámico, esporádico y explosivo en el que se besaban, follaban, peleaban por estupideces y los momentos dulces estaban llenos de palabras amorosas.

Entonces no explicaba porqué simples frases le hacían bien. No eran especiales, fabricadas desde el fondo de las maravillas de la pasión, no eran fogosas muestras acompañadas de besos. Era ridículo para él.

— Prácticamente adoptaste al cachorro, ya hasta parece que le vas a heredar la granja — Seth quizá exageró un poco por culpa de escuchar de su propio hijo, como el chiquillo Lawles ayudaba a Eugene en sus labores del campo.

Eugene solo rodó los ojos. Ya estaba cansado de oír los desvaríos de los otros pueblerinos diciendo que Archer era su omega y Thiago su cachorro adoptivo. Antes que relajarse, le estaba dando jaqueca.

— Y no olvidemos tu escenita de celos con Finn la semana pasada — señaló, alzando un dedo como si estuviese contando cada prueba que aumentaba la idea, de que los recién llegados eran su familia.

— ¡Estaba siendo un idiota con él! — bramó Eugene, elevando la voz de la indignación. Recordaba con recelo esa tarde.

El oficial Romero había abordado al pequeño omega que acababa de hacer un par de compras para abastecer su alacena, Eugene le había acompañado y esperaba por Archer en su auto, Thiago se había ido a jugar a la casa de uno de sus amigos.

"Que tremenda belleza camine por la calle es un delito, debes recibir una multa". Una descarada frase de coqueteo de Finn, que obtuvo lo que se propuso, pintar de un bonito rubor en los mofletes del omega que se había detenido y agachado la cabeza.

Hemsley lo había visto y escuchado, salió de su auto y caminó hasta ellos. Finn seguía parloteando sus estúpidas frases de flirteo de pornos baratas (según Eugene) e intentaba llevarse de la mano al pobre omega que se reía y negaba sus avances.

Él hizo lo que todo alfa en su lugar haría. Mandó al carajo a Finn al empujarle lejos de Archer y se interpuso en su camino, ordenándole con su voz que se perdiese de una vez. Eugene recuerda perfectamente la sensación de las manos pequeñas del omega aferradas a su espalda, se estaba cubriendo del alfa que intentaba ligárselo. Ser perfectamente consciente de los nervios del otro, le hizo darle un golpe a Finn en la cara.

Más allá del destinoWhere stories live. Discover now