Y por un momento, él sintió la necesidad de hablar. No sabía si era el hecho de que sabía que ella no escucharía, o que incluso si le oía, no diría nada. Frey casi sonrió para si mismo porque se dio cuenta que quizás eso era lo que sentía Balkan cuando hablaba sin parar frente a él, solo quería ser escuchado.

—Mi madre odiaba la nieve —dijo Frey, observando la vista—. Cuando era niño, no lo comprendía e intenté muchas veces convencerla: muñecos de nieve, juegos, y cada cosa que encontraba en internet. Cuando cumplí dieciséis, mis padres me sentaron en la sala para contarme la historia de mamá, la razón de su desprecio hacia este fenómeno natural. Y deseé haberlo sabido antes, mucho antes de obligarla a salir conmigo cuando nevaba, sin querer, le había hecho revivir su trauma muchas veces. Ella nunca se negó, siempre me siguió afuera con una sonrisa, sostuvo mi mano, construyó los muñecos conmigo. ¿Por qué? ¿Por qué le seguía el juego a un niño tonto que no sabía nada? ¿Por qué herirse de esa forma?

—Porque te amaba. —La voz de Luna le sorprendió, era suave y delicada. Frey se giró, la chica mantuvo su mirada en los ventanales—. Hacemos cosas estúpidas y sin sentido por amor.

Frey volvió a enfocarse en la vista.

—Yo también la amaba —admitió en un susurro.

Silencio, un aire de tranquilidad les rodeó. Y la curiosidad despertó en Frey.

—¿Por qué te llamas Luna?

—Mi madre era una apasionada de la astronomía.

—¿Te gusta tu nombre?

—No.

—¿Por qué?

—Porque mi madre se suicidó. —Lo dijo así sin más—. No entiendo porque se tomó la molestia de escoger un nombre relacionado con algo que le apasionada si iba a matarse y a dejarme sola.

Frey buscó en su rostro algún indicio de que lo que acababa de decir le afectaba. Sin embargo, la expresión de Luna se mantuvo impasible. Aún así, el chico dijo lo que se suponía debía decir en estos casos:

—Lo siento.

Luna no respondió, pero empezó a jugar con sus dedos en su regazo. Frey dejó salir una bocanada de aire.

—Mi mamá fue asesinada.

Los dedos de Luna pararon, la chica se tensó y lo miró. Frey no se atrevió a enfrentarla, se enfocó en las montañas.

—Y la persona que lo hizo está muerta, así que no puedo hacer nada para vengarla. —mintió porque no le contaría sus planes a una desconocida.

—Luna, —llamó uno de los enfermeros—. Hora de tu sesión grupal.

Ella se puso de pie, su largo cabello cubriendo su figura casi por completo.

—Yo odio la primavera —dijo, calmada—. En particular las flores de los árboles de cerezo, mamá se colgó de uno. Cuando la encontré, el suelo debajo de ella estaba repleto de esas flores rosas, como si el árbol ya le hubiera preparado una hermosa tumba natural.

A Frey le sorprendía la capacidad que tenía Luna de decir esas cosas sin mostrar ningún cambio en su expresión. Le recordaba a Hayden.

Frey la observó hasta que desapareció en la puerta y sintió que alguien lo mirada. Buscó por todo el salón y vio a Balkan sentado en uno de los sofás, aún con esa capucha cubriéndose los moretones en la cara. Balkan apartó la mirada de inmediato. Frey se enderezó en su silla y le pareció extraño que el chico no se le hubiera acercado hoy. Balkan no perdía oportunidad de hablarle cuando le veía solo en los salones comunes.

Frey (Darks #2)Where stories live. Discover now