—Doris si no hay lugar puedes venir con nosotros —sugirió Catherine.

—Sí, mejor. Acá está lleno de ollas —dijo Bety, la madre de Alcander.

Miriam, la madre de Doris, y hermana de Bety accedió a aquello, pues ella misma había vivido en el pueblo en su juventud y sabía que era un lugar seguro. Además, no iban del todo solos, varios pobladores también iban en camino a sus casas, y al ser este un pueblo pequeño todos conocían a todos.

— ¿Qué hacemos mañana? —Preguntó Demetrius—, tenemos esta semana de vacaciones y después a volver al colegio.

—Que la visitante decida —Catherine abrazó a Doris por los hombros —¿Qué quieres hacer mañana pequeña?

Doris se había acostumbrado a ese apodo, más no se acostumbra del todo a ese contacto físico que Catherine siempre expresaba.

No pensó mucho antes de decidir —Vi que mi tío Rodrigo tenía varios elementos de buceo, ¿Podemos ir a bucear?

Aquella era una de las actividades favoritas de Demetrius, y estuvo de acuerdo sin dudarlo. A Catherine también le pareció buena idea y acepto, por último Alcander, quien prefería mantenerse alejado del mar, decidió aceptar de todas formas, alegando que él no entraría al mar ni aunque le pagaran.

—No vamos a pagarte, te damos tres botellas de guanchicoco y tú solito te metes —le dijo su amigo haciendo referencia a una madrugada en la que Alcander entró al mar, totalmente borracho.

Sus amigos lo entendieron al instante.

Catherine golpeó el hombro de su amigo—Cállate, realmente me asusté esa vez.

—Todo un loco yo... había bandera roja y me valió.

Doris iba a preguntar de qué diablos estaban hablando, pero el repentino apagón la distrajo.

Un suspiro de decepción fue coreado por todas las personas que iban camino a sus casas, pues aquello significaba que sus fiestas habían sido truncadas.

Las luces de los celulares fueron encendidas una a una, iluminando así el camino. Como si el apagón no hubiera Sido lo suficientemente malo para sus fiestas, la lluvia empezó a caer acompañada de un aire helado que les puso los vellos de punta a todos.

— ¿Este tipo de lluvia en noviembre? ¿Qué sigue? ¿Ecuador potencia mundial? —bromeó Demetrius.

—Dios te oiga —Alcander siguió la broma de su amigo.

Poco a poco el grupo de personas se iba acortando, cuatro familias habían llegado ya a sus casas.

—Hasta mañana —se despidió el señor Olmedo, quien vivía solo desde hacía años.

—Pase bien —gritó Alcander desde el frente. Ignoró el resto de despedidas y habló a sus amigos. — ¿Cómo qué hace más frío de lo normal no? —preguntó pasando su brazo derecho sobre los hombros de Cora quien iba a su lado. Aprovechaba la poca luz para que Demetrius no los viera.

Era su mejor amigo, sí. Y sabía que él y su hermana mantenían una especie de relación desde hace ya varios meses, más no le gustaba verlos dándose cariño tan abiertamente y mucho menos enfrente de él.

—Pues está lloviendo care'verga ¿Qué esperas? —dijo Demetrius a su amigo.

—Ya no te quiero. —respondió al instante.

Demetrius volteo sus ojos ante la respuesta de su amigo, él sabía que podía insultarlo hasta el cansancio y que Alcander jamás se alejaría de él, y así también sería si las cosas fueran al revés

El Regreso A ÒsirysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora