Regocijo en el corazón.

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—No, no hasta que tenga al alcance de mi vista a mi hija. —Sentenciaba ésta.

En conjunto caminaron hacia las caballerizas, encontrando en su camino a Facundo, quien aguardaba en la entrada en compañía de cuatro peones de la hacienda. Armando mandaba a dos de ellos a revisar la casa de Facundo, y a los otros dos la cocina, solo para cerciorarse de que las niñas se encontraban o no en dichos lugares. Al llegar a la entrada de las caballerizas se encontraban con Rigoberto, uno de los adiestradores de la hacienda, y Beatriz no perdía el tiempo, preguntándole de inmediato por las niñas.

Éste les daba la buena noticia de que efectivamente hacía varios minutos Pandora había llegado en compañía de una pequeña, ya que querían ver a Temible. Aquello fue un alivio para el grupo en general, en especial para Beatriz, quien daba un largo suspiro, como si el alma le volviera al cuerpo.

Además, Rigoberto les aseguraba que no se encontraban solas junto al alazán, pues Pandora había llegado en el momento preciso, ya que aprovechó su presencia para mandar a uno de sus ayudantes a cepillarlo, y puesto que éste era más dócil cuando Pandora estaba cerca, estaban junto al animal en compañía de un adulto. Con ese nuevo antecedente, el grupo caminaba con más tranquilidad hacia el cubículo donde se encontraba Temible para asegurarse de que efectivamente las niñas se encontraban bien.

Se llevarían una gran sorpresa cuando, al llegar a la puerta de éste, notaran en su interior a ambas pequeñas, quienes subidas a unas escaleras de tres peldaños, se encontraban cepillando el lomo del animal, mientras el joven Juan, quien era el ayudante de Rigoberto, mantenía entre sus manos las riendas del alazán y cepillaba su cabello, mirando atento a las pequeñas. La escena era digna de observar en completo silencio por los adultos, quienes al ver la tranquilidad que reinaba en el ambiente, no daban crédito a lo que sus ojos veían.

En especial para la joven doctora, quien no pudo contener la emoción de ver cómo Consuelo cepillaba el lomo del animal en completa tranquilidad y armonía con su entorno. Jamás imaginó que llegaría el día en que la vería en esa faceta, y mucho menos con una niña que apenas acababa de conocer, y precisamente aquel insólito regalo lo recibía de parte de la pequeña Pandora.

—Increíble, no tengo palabras, —murmuraba la doctora— en todos los años que llevo junto a Consuelo, y las muchas veces en que imaginé que algo así podía suceder, nunca creí que este momento sería tan perfecto, tan tranquilo y natural, lleno de paz.

—Pues así es Pandora, —le aseguraba Armando, posando una de sus manos sobre el hombro de la doctora, quien no dejaba de observar a las pequeñas— está llena de sorpresas. Cada día nos sorprende con algo nuevo e inesperado.

—Ella brilla con luz propia, —argumentaba Beatriz, refiriéndose a la pequeña— y estoy segura que esa luz será más que suficiente para que mi pequeña Consuelo se adapte con más rapidez a este nuevo mundo.

—No me cabe la menor duda, y precisamente esta dupla será la que tendremos que trabajar con mayor índole, —aseguraba ésta— después de lo que estamos viendo, estoy segura que las cosas marcharán bien aquí para Consuelo, y en gran medida será gracias a Pandora.

—Como dije, Pandora es una caja llena de sorpresas. —Expresaba Armando.

—¿Y qué haremos ahora? —Preguntaba Beatriz, quien ya comenzaba a manifestar un poco de intranquilidad a pesar de que las cosas no se veían mal.

—Por ahora lo mejor es no interrumpir el momento, como les dije, Consuelo es una niña normal dentro de su condición, hay que tener ciertos cuidados con ella, pero en este instante lo mejor es dejar que las cosas fluyan de manera natural entre las niñas. Los resultados saltan a la vista hasta ahora, sería una impertinencia de nuestra parte interrumpir lo que está ocurriendo. Ya después tendremos tiempo de abordar y conversar la situación. —Aseguraba la doctora.

Pandora (EN PAUSA)Where stories live. Discover now