━━ ; UNO.

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Uno, dos, tres

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Uno, dos, tres.

Contaba sus pasos.

Cuatro, cinco, seis.

Estaba más lejos de su hogar.

Siete, ocho, nueve.

No podía volver atrás.

El viento corría a su alrededor, la tarde yéndose por el horizonte y la luz de la fogata dando suavemente en su rostro

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El viento corría a su alrededor, la tarde yéndose por el horizonte y la luz de la fogata dando suavemente en su rostro. Hacía frío, la noche poco a poco llegando y con ella también el escalofrío en todo su ser. Sus ojos no se iban de aquel hombre, aquel que empezó a reunir a los niños para contarles una historia de terror.

Él se acarició la barba con ligera diversión, su sonrisa queriendo salir al ver a los niños temblar de miedo. Se pasó la lengua por los labios para humedecerlos, luego tomó aire y contó la última parte de la historia.

—Y jamás supieron de ellos otra vez—finalizó, los niños aterrados por su expresión sombría y seria se miraron unos a los otros, luego él soltó su carcajada por fin, asustando aún más a los pequeños que salieron corriendo tomados de las manos.

—Por favor, señor Jung, deje de asustar a las pobres criaturas—apareció la mujer en escena. El mencionado aún no dejaba de reír.

—Vamos, Jihyo, es sólo una historia.

La castaña de cabello corto rodó los ojos, entonces se dió cuenta de la chica cerca de ellos, quien ahora se veía totalmente pensativa. Jihyo recuerda el nombre de ella, era Nayeon. La hija de los Im, una familia cristiana que se mudó hace unos meses. Ahora eran dueños de la Iglesia del pueblo.

—¡Hola!—llamó Jihyo. Nayeon pareció volver a la tierra. —¿También te gustan esas historias?

—Sí—contestó levantándose de su lugar, se acercó lentamente a los otros dos—. Mi antiguo pueblo era bastante aburrido, es increíble como aquí siempre hay algo que contar. Además, él dijo que era una historia real.

Jihyo rió abiertamente. —El señor Jung cuenta buenas historias, Nayeon, te lo acepto. Pero no es nada real.

Ofendido, Jung exclamó: —Todo el pueblo conoce la verdad, Jihyo, eres la única que no cree en esto.

—Porque no existen los fantasmas o bestias asesinas.

—Oh, pero no es ninguna bestia o fantasma, Jihyo—él se inclinó hacia ella—. La dama del bosque es el diablo en persona.

Jihyo bufó. Nayeon parecía muy interesada en como aquella muchacha no quería creer en las historias de terror.

—Dios está con nosotros, señor Jung, estoy bastante segura de que Él nos protege de el llamado diablo—replicó segura.

—¿Y cómo explicas que casi todo aquel que ha ido por el bosque del norte no ha regresado jamás? —Jung retó con su mirada, comenzó a sacar la pipa que tenía consigo. Él estaba divertido con la situación.

—Es obvio que ese bosque es enorme, es muy fácil perderse y más fácil aún encontrar animales salvajes. En serio, señor Jung, no asuste a los niños otra vez.

Jihyo terminó la conversación, comenzando a alejarse por fin. Jung fumó su pipa tranquilamente.

—Necesita un esposo, es demasiado amargada—rió el hombre llamando la atención de Nayeon.

—Usted dijo "casi todo aquel" que ha ido no regresó—la muchacha de cabellera negra habló. —¿Hay alguien que sí lo hizo? ¿Ha visto a la dama del bosque?

Él levantó su ceja ante la joven, bastante curioso ante sus dudas.

—Hay unos pares de hombres que volvieron, ellos fueron quienes contaron la historia de la dama del bosque por primera vez. Sin embargo, ellos dicen que no la vieron físicamente. Ellos solo escucharon susurros provenientes de ella.

Nayeon asintió, aún tenía muchas dudas en su mente.

—Misteriosamente, ninguno de ellos está vivo ahora—él volvió a fumar una vez más—. Yo conocía a uno de ellos, era el señor Kim. Oh, él era tan cabezón, tan curioso y sinvergüenza—Nayeon prestaba mucha atención a las expresiones de Jung—. Fue con sus amigos al bosque por casería, regresó totalmente ido. No era el mismo. Ya no reía, no contaba chistes y sus ojos... Muchacha, sus ojos—negó con la cabeza—, eran tan negros que parecía muerto. Él contó que había algo en ese bosque... algo que denominó como "malvado" y que le helaba hasta los huesos. Tres días después de que volvió encontraron su cuerpo en su casa, se había disparado en la boca.

Nayeon estaba fascinada por la historia del señor Jung y por todos los secretos que este pueblo nuevo tenía para ocultar.

Vio como el señor Jung se despidió de ella, saludando al aire y diciendo que debía de ir a descansar un poco. Nayeon tenía miles de dudas, ella siempre había sido curiosa.

Jamás pensó que, muy pronto, ella viviría esa historia en carne propia.

Jamás pensó que, muy pronto, ella viviría esa historia en carne propia

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