CAPÍTULO 1

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Como odiaba ir a la plaza.

—¿En serio tengo que ir?

—Carter, acabas de llegar y sabes que todos quieren verte.

—"Todos" es una larga pila de personas que ni siquiera recuerdo.

—Es patinar, Carter —mascullo mamá con un toque de diversión.

—Vale —me resigne soltando un suspiro —, pero no puedo todos los días, tengo que entrenar.

—Las tardes entre semana.

—Si... ya vere que días —levante las cejas girándome a tomar el maletín del piso —. ¿Aun conservas mis patines?

—Están donde los dejaste la última vez.

—Vale —gire y me acerque a ella poniéndome en frente —. Voy a estar una semana o quizás dos. No creo que quiera quedarme tanto tiempo, en especial si él está aquí.

Ella asintió viéndome salir de la habitación. Había vuelto a casa por unos días, según mi entrenador necesitaba otros aires y dejar la culpa, pero tras haber pasado unos años en Londres, y las estúpidas acciones de mi padre, la ciudad se veía como siempre: aburrida.

Por culpa suya me habían echado de la ITF (Federación Internacional de Tenis), justo cuando iba a pasar a la ATP (Asociación de Profesionales de Tenis). Fue un tonto punto que lo hizo estallar. Claro, como era viejo había que perdonarle cada acción malhumorada que tuviera, pero si llegaba alguien a faltarle el respeto era un matón.

Idiota.

Aquí seguía manteniendo esa estúpida reputación de buen doctor salva corazones, en casa era todo lo contrario. Vaya a saber cuáles eran sus pensamientos. Por nada mi hermana se fue a la universidad y yo decidí irme a los dieciséis, casi como si ambos estuviéramos huyendo de mil cosas.

Volvía a entrenar como los primeros meses antes de pasar a la ITF, y por una extraña razón me gustaba el club de la ciudad, era el más amplio y sobrexplotado en terrenos que había conocido. Tenía algo de muchas piscinas que me daban aburrimiento contar y las canchas de tenis, mis favoritas eran dos, las únicas que usaba.

Había más cosas.

Pero me daba lo mismo.

Empuje la puerta del vestidor, dentro no había nadie más que Edison, estaba con el móvil en sus manos y una toalla rodeaba su cintura dejando su torso descubierto tras haber tomado una ducha. Su cabello mojado castaño dejaba gotas cayendo. Le puse mala cara cuando me sonrió de lado acercándose con la intención de querer abrazarme.

—Estas mojado y desnudo —puse mi mano en medio de los dos evitando el toque.

—Con ese humor podrías ahogarte en las duchas, eh.

Suspire sentándome en las bancas de madera para sacarme los tenis. Él se puso a mi lado manteniendo la mirada en los casilleros de enfrente. Alcé la mirada siguiendo el rastro de sus ojos, hasta que me di cuenta de que algo faltaba.

—¿Dónde está mi nombre? —pregunte de mala gana.

—Carter, te fuiste hace años, ni modo que te guardáramos el casillero.

—Pues claro —masculle sintiendo el fastidio en mi rostro —. Me echan de casa, del club, de la federación ¿Qué falta? Podrían echarme del país si os apetece.

Lo vi soltar un suspiro divertido, lo que me hizo sentir aún peor, porque ya quería largarme, acababa de llegar y todo sonaba a graves problemas.

—Tampoco has preguntado en donde vas a guardar tus cosas —sonrió de lado chocando su hombro contra el mío.

El chico de la raqueta azulWhere stories live. Discover now