08: la familia chismosa

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— Por fin vienes, Eli, ¿por qué tardaste tanto? —escuché a una mujer de mediana edad. Se levantó del sofá para recibir a su hijo, pero en cuanto me vio se quedó perpleja. Una ancha y radiante sonrisa se forma en sus labios—. ¡Alida cariño!

Corrió a abrazarme fuertemente y le correspondí el abrazo. Sentir su calidez y cariño me recordó a mi infancia. Al separarnos me dio varios besos en las mejillas, cerré los ojos y sonreí alegremente. Amaba a esa pelirroja.

— Hola, Tamara —dije cuando dejó de darme besos—. ¿Cómo has estado?

— Muy bien, pensé que mi hijo te había hecho algo y se habían dejado de hablar, ¿Por qué no habías venido?

— Bueno, han pasado muchas cosas desde... ya sabes.

Ella asintió compresiva y sonrió de labios cerrados.

— Podrías venir una tarde y platica... mos —habló pausadamente a la vez que miró sobre mi hombro. Su ceño se frunció—. Elliot Demetrius Hamilton, explícame que haces con un perro en esta casa.

Oh no, dijo su nombre completo. Estaba enojada.

Elliot parecía estar a punto de ponerse de rodillas y pedir perdón y permiso.

— Mamá déjame explicarte.

— Eso te dije que hicieras.

Elliot intercaló miradas entre su madre y yo, sus ojos estaban buscando una explicación razonable. Y no dejaba de cargar al perro. Después de vacilar por unos segundos, hincho su pecho y exhalo fuertemente para hablar muy rápido:

— Alida me convenció de traerlo porque piensa que nos hará bien a todos en la casa —soltó casi que rapeando.

Entreabrí mi boca en un gesto de indignación, estaba a punto de reclamarle, pero Tamara se giró hacía mí y su semblante se relajó.

— ¿En serio, Ali?

Miré de reojo a Elliot que me miraba con un puchero y suplica. Resoplé y le sonreí a la pelirroja.

— Si, no podemos tenerlo nosotros por las alergias de Harry —mentí. Todo por tal de que mi mejor amigo tuviera a su tan deseada mascota.

— Oh... bueno. En ese caso, creo que está bien considerando la situación de mi esposo.

Elliot no tardó en bajar al cachorro y abrazar a su madre.

— ¡Eres la mejor! Prometo cuidarlo, de mi mesada compraré su comida y todo lo que necesite.

Estaba atónica, Tamara había aceptado fácilmente, pensé que iba a ser difícil. Elliot movió sus labios diciendo un "Gracias" mientras abrazaba a su mamá. Se separaron y ella me miró.

— ¿Te quedarás a cenar? —habló relajadamente como si no tuviera a un nuevo integrante en la casa.

— Por supuesto —contesté con una ladina sonrisa.

La seguí hacía la cocina y Elliot corrió escaleras arriba para bañar al perro. Observé la cocina, tal y como la recordaba: con colores café y blanco, cuadros de pintura que Willy había hecho, la pequeña isla de madera bien ordenada, los estantes limpios, y el mismo horno que Elliot y yo veíamos de pequeños emocionados en la espera de que las galletas que Tamara nos preparaba estuvieran listas.

— Creo que hoy será lonja empanizada, tu favorita —dijo ella con una amplia sonrisa sacando una bolsa del congelador.

Le sonreí agradecida y me lavé las manos para ayudarla a preparar la cena.

— Así que dime, Ali.

La miré inquisitiva.

— Actualízame de los chismes —dijo con obviedad—. Mi hijo ya no me cuenta todo y he estado más ocupada de lo normal.

Casualidad por robo [EN PAUSA]Where stories live. Discover now