Capítulo Único

Comincia dall'inizio
                                    

Qué ganas de acercarse para invitarlo a bailar, ¿Sería muy atrevido de su parte? dos hombres de distintas culturas y clases sociales danzando pecho contra pecho en el centro de la pista... Qué escándalo. Y a Christ le gustaba ir en contra de la corriente.

¿Desde cuándo Christ, aún a su edad, se cohibía de sus deseos? Se desconocía a sí mismo. Entonces, cuando vio al Japonés moverse hacia la barra, probablemente buscando de beber, Christ se levantó de un salto y siguió su presencia. El alcohol en su sistema era su único aliado y le dio el impulso que necesitaba para acabar con la distancia entre los dos. Si no era en ese momento, ¿Cuándo? Parecía la oportunidad ideal.

La barra permanecía vacía con la gente en la pista y otros de espectadores, así que Christ pudo admirar mejor al hombre que ahora estaba solo a un par de pasos de distancia. Entonces, cuando una mano se estiró para alcanzar una copa servida, Christ la atrapó primero... Una invitación silenciosa a más que solo bailar.

Se miraron frente a frente, Christ se perdió por un instante en los profundos ojos oscuros mientras su mundo seguía sacudiéndose. Se arriesgó esperando rechazo, considerando la cultura reservada de los japoneses, y triunfó cuando recibió una aceptación con un ligero apretón en su mano.

Y lo que terminó por persuadirlo por completo fue la sonrisita genuina que se dibujó en los labios pálidos como un trazo delicado de caligrafía. Christ nunca antes se había sentido tan satisfecho de un alocado impulso, era como volver a ser un adolescente despreocupado otra vez.

Christ lo guió hacia un rincón de la pista, la mano más grande y suave aún entre la suya, y la sonrisa en su rostro delataba su alegría. Frente a frente una vez más, no era más de diez centímetro más bajo, Christ colocó su otra mano en la espalda de su acompañante. Estaba listo para moverse, pero recordó algo importantísimo: la diferencia cultural.

Y lo que sintió fue ternura, porque aún cuando su pareja desconocía sobre el baile occidental (¿Cuándo podría conocer su nombre?) no rechazó su invitación. Enseñarle sería un gran honor.

Christ retiró la mano y con delicadeza alcanzó la libre del japonés para guiarla hacia su propia espalda. Tomó nuevamente su lugar y dio un paso al frente, tan cerca como para admirar las pestañas oscuras.

Croyez moi —Christ le susurró en su idioma natal, pero fue suficiente para relajar a su acompañante y transmitirle la confianza que quería.

Christ se movió y la danza comenzó. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Simple y práctico para que el japonés se fuera acostumbrando al movimiento. Un baile lento y satisfactorio bajo miradas críticas que no tardaron en notarlos. A Christ realmente no le importaba, estaba tan ocupado al pendiente de su aprendiz (que resultó bastante bueno, por cierto) y disfrutando de ello que el resto del mundo desapareció para él.

Y el tiempo volaba cuando se la pasaba de maravilla.

La brisa refrescante y el sonido del océano más abajo eran una combinación ideal. Christ se apoyó del barandal en la cubierta y cerró los ojos por un instante. Las sensaciones seguían burbujeando en su interior y la adrenalina, aunque ya en reposo, era reconfortante... Un agradable recordatorio de los momentos únicos que acababa de experimentar, sin duda lo que se convertiría en una preciada memoria.

Permanecía sumergido en pensamientos, pero eso no evitó que escuchara los pasos aproximarse. Abrió los ojos, giró el rostro y le encantó la imagen. Su compañero de danza, con quien compartió un agradable momento, se aproximaba acompañado de dos copas de licor.

Christ tomó la bebida que se le ofreció, murmurando un gracias en su lenguaje, y brindaron en silencio. Un brindis por la noche calma, por su encuentro, por la danza, por los toques y las sonrisas. Al menos no necesitaban entenderse con palabras para compartir un gesto así de simple y significativo.

Bebieron un sorbo y Christ no se perdió los gestos de su acompañante, quien probablemente estaba poco acostumbrado a ese tipo de bebida. A pesar de no ser una persona muy expresiva, como por lo general eran los japoneses, Christ percibió los cambios gracias a la cercanía que mantenían. Un hombre reservado, educado, atractivo... Podría enumerar tantos encantos en ese instante. Se llevó la copa a los labios solo para callar.

Había mucho que Christ quisiera compartir. Eran tantos los sentimientos que se mantenían revoloteando en su interior, haciéndolo sentir vivo y pleno, y cómo quisiera que hubiera un lenguaje universal para transmitirlos... Oh, claro que lo había.

Y bastó con mirarse directamente a los ojos, iris oscuros y otros más claros, para comprender el mutuo sentimiento. Eran adultos, responsables y decididos, así que no dudaron en dar un paso más y acabar definitivamente con la distancia.

No importaba el género, ni las etnias, ni nada más... Salvo el encuentro de los labios con sabor a champán. Un beso tímido y tierno bajo el débil resplandor de la luna en el firmamento, su único testigo.

.

.

Christ no podía creer que fuera él el que se reflejaba en el espejo. Toda su vida había vestido bien, pantalones y sacos de las telas más finas, y era la primera vez que llevaba ropas tan distintas a la que estaba acostumbrado. Sin embargo, le gustaba y no por cómo lucía, sino por lo que significaba.

—Kouichi, no estoy seguro de esto... —aunque emocionado, Christ se sentía un poquito desorientado por vestir así.

Las manos en su cintura siguieron trabajando hábilmente en la pieza (era un obi si mal no recordaba) y pronto una cabeza se asomó sobre su hombro, mirando en el reflejo el resultado de su trabajo.

—¿Por qué? te queda bien —la voz profunda lo elogió desde muy cerquita. Christ sintió un escalofrío agradable.

Se miró de abajo hacia arriba, admirando los detalles de la yukata de tonos claros elegida especialmente para él, y satisfecho se fijó después en la figura a su lado. Ambos de trajes tradicionales, tan iguales como diferentes... Desde el primer instante a Christ le había gustado mucho la peculiar combinación entre los dos.

—Podemos irnos ahora.

Christ despertó de su ligera ensoñación con el aviso, todo listo para su prometido paseo donde conocería lo mejor de los festivales de verano en Japón. Asintió y se apresuró junto a su acompañante, sin contenerse a tomarlo del brazo, hablándole sobre las cosas que le gustaría ver y hacer.

En ese instante ya no eran un político extranjero y un calígrafo de renombre, cuidando de las apariencias, sino un par de enamorados como cualquier otro que aprovechaba de un día libre para compartir y pasarla bien.

Christ era un nacionalista de primera, un gran amante de su tierra natal, pero en Japón encontró mucho más de lo pudo imaginar. Un amor puro y sincero, tan único, con el hombre más maravilloso que había tenido el enorme placer de conocer ¿Y ser amado de vuelta por este? aún más satisfactorio.

.

.

Notas finales: ¡Nuevo relato original!

Simplemente estaba viendo el Kiss me like that de Shinhwa y las ideas se manifestaron... ¡Fue imposible decirles que no! 

Como siempre, algo dulce y tierno para aligerar los corazones~

¡Gracias por leer! 


Kiss me like thatDove le storie prendono vita. Scoprilo ora