Debían ser meticulosos con todo el papeleo que esto conllevaba, ya que sabían que por el momento, Aníbal los tenía justo donde los quería, y un paso en falso se traduciría en la ruina total para Quentin. Lo peor del caso era no saber la cantidad de dinero que éste les exigiría para cerrar el trato.

A esa altura, Quentin lo único que deseaba era terminar con todo y no tener que verle nunca más la cara a su hermano, pues si de por sí ya lo despreciaba después de todo lo que había hecho en su contra, tras la reunión, aquel sentimiento no era otro más que odio. Mientras Mateo conducía hacia su oficina, Quentin no hacía más que encender un cigarrillo tras otro, lanzando por la ventana las colillas, mascullando maldiciones sin cesar, incluso porque el semáforo se ponía en rojo.

Minutos más tarde se encontraban en la oficina de Mateo, intentando resolver el dilema en el que estaban metidos. Tras pedirle unos cafés a su secretaria, ambos se encerraban en la oficina personal del abogado, con solo un propósito en mente.

—¡Este maldito hijo de perra, —comenzaba Quentin a descargarse— cree que puede venir a robarme mi fortuna y salirse con la suya, se está riendo en mi cara el mal nacido!

—Trata de calmarte un poco hombre, así no ganarás nada.

—¡Tengo ganas de estrangularlo, quitarle el maldito aire hasta que deje de respirar, no entiendo cómo pudo traicionarme de esta manera, después de todo lo que he hecho por el infeliz!

—De acuerdo, buscaré las escrituras de la empresa y comenzaré a preparar los documentos necesarios para el traspaso, —decía Mateo por su parte mientras saboreaba su café— lo que me tiene intranquilo es el punto referente al dinero que pedirá Aníbal.

—¡Hazme un favor y no menciones el nombre de ese bastardo!

—De acuerdo, como quieras, —asentía éste— tendremos un día muy pesado con ese genio de mierda que tienes ahora.

—¿Y qué mierda quieres que haga, —alegaba Quentin, levantándose de su silla, comenzando a caminar como león enjaulado— quieres que le dé una palmadita en la espalda y le entregue todo con una maldita sonrisa? ¡Como si no fuera suficiente el hecho de que en este momento este bastardo aún tiene en sus manos todo lo que es mío, encima debo pagarle para recuperarlo!

—En el estado en el que estás no me serás de mucha ayuda, será mejor que te calmes un poco.

—¡Créeme que no es fácil calmarse con todo esto, no comprendo cómo mi madre fue capaz de llevar por nueve meses en su vientre a este bastardo! —Alegaba por su parte Quentin, rascándose la cabeza de manera incesante y tomando del escritorio su taza de café— ¡no me cabe en la cabeza todo lo que ocurre!

—Te propongo algo, —decía Mateo, dejando a un lado la carpeta que en sus manos tenía, y mirándolo fijamente— salgamos unos minutos, tomamos aire fresco, nos relajamos y volvemos aquí para preparar todo el papeleo.

—Creo que tienes razón, estoy muy fuera de mí en este momento, —le aseguraba éste— lo mejor es parar un poco, oxigenar mi cerebro, ordenar mis ideas y ponernos a trabajar en esto.

—¡Por fin lo entiendes!

Una vez que Quentin ya estaba calmado, tenía la mente lo suficientemente fría como para comenzar a trabajar en todo el papeleo junto a Mateo, por lo que durante la tarde se mantendrían muy ocupados en ello, ajustando hasta el más mínimo detalle. Por otra parte, Ernesto había movido cielo, mar y tierra para lograr que Aníbal saliese bajo fianza, y el pago realizado por su libertad había sido muy alto.

Pero en comparación a lo que podría llegar a obtener si todo marchaba bien, el dinero gastado lo veía más como una inversión a corto plazo. Con lo que no contaba en sus planes, era lo que a sus espaldas tramaba Aníbal. Era muy hermético en sus planes, dando apenas pinceladas de lo que su mente retorcida planeaba en detalle.

Pandora (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora