Suspiré y fui la primera en caminar, arrastrando a mi amigo, Ron maldijo mientras me seguía, hice una mueca cuando el agua me mojo los pies, luego las piernas, el agua helada mordiéndome la piel. Cuando el nivel del mar estaba por abajo de mi pecho, las olas violentamente tratando de echarnos hacía atrás y luego arrastrarnos, vi a Ron, que estaba tiritando de frio por el agua, asentí y ambos al mismo tiempo nos sumergimos.

La imagen se plasmo de nuevo en mi mente, la espuma blanca arrasando en la arena, los navíos antiguos destruidos, espadas, armaduras y arcos yaciendo en el fondo del océano y luego un castillo y antorchas por todos lados. Sentí que mi cuerpo daba un giro de 180 grados, como si de repente el mar se pusiera de cabeza, burbujas arremolinándose a mi alrededor, aun cerraba los ojos con fuerza y aguantaba la respiración cuando entonces el agua se sintió de repente más liviana y un poco mas tibia. Abrí los ojos viendo que ya no estábamos tocando tierra al contrario de cuando nos sumergimos, en cambio estábamos a metros y metros arriba de la profundidad del mar y en realidad bastante sumergidos. Deje la mano de mi amigo pelirrojo y ambos comenzamos a nadar hacia la superficie. Lo primero que hice fue tomar una bocanada de aire, viendo que ya no era de día como nos habiamos ido, en realidad era ya tarde, el cielo de un color purpura, vi alrededor hasta que logre ver la costa a varios metros de distancia. Ron fue el primero en nadar, yo detrás de él hasta que logramos alcanzar la orilla. Ambos nos quedamos allí, tirados en la arena, temblando de frio pero cansados por haber tenido que nadar tantos metros, la espuma de las olas tocando nuestros pies.

Después de unos segundos sin embargo Ron gritó y se paro de un salto, yo ya había sacado mi varita cuando vi lo que lo había asustado; una calavera.

— Santa madre— él jadeó, apunto alrededor—. Mira los botes.

Efectivamente era igual que las imágenes que Morgana había puesto en mi mente, los barcos completamente destrozados, la madera podrida, solamente quedaban unas cuantas maderas de lo que imaginaba debieron haber sido majestuosos barcos, vi que lo único que no había desaparecido era un emblema de hierro que era de Camelot.

— Jamás pensé que volvería aquí— Morgana musitó apareciendo a mi lado, viendo con nostalgia su antiguo reino y hogar. Me levanté de la arena sintiendo mi cuerpo pesado comparado a lo ligero en el agua, saque mi varita y Ron la suya, ambos tirándonos aire caliente para secarnos con este además de ganar un poco de calor siendo que estábamos casi azules. Castiel mientras tanto salió de mi bolsillo y se sacudió las hojas cómo un perro.

— ¿A donde ahora?—preguntó mi amigo.

Apunte al camino de piedra y mas allá a las puntas de las torres de las que se veía el pequeño castillo comparado a Hogwarts.

— Hay que tener cuidado. Le Fay en su tiempo aquí pudo haber puesto trampas que yo no sepa— Morgana vio con una mueca mientras empezamos a caminar—. Que vergüenza quien tiene mi apellido.

— No te preocupes, una vez acabe con él yo seré la única con sangre Lefay.—la tranquilicé

El camino bastante pedregoso también estaba lleno de maleza y arena que luego se convertía en tierra, ya estaba anocheciendo cuando llevábamos mas de media hora caminando y el único ruido además de nuestras agitadas respiraciones y las ramas crujiendo bajo nuestros pies eran uno que otro bicho. Sin embargo cuando las moscas dejaron de zumbar y los grillos de croar me detuve extrañada. Ron se dio la vuelta para verme confundido.

— ¿Que sucede?

— Escucha— alze un dedo mientras que con la otra sacaba de nuevo la varita.

— No escucho nada.— él se encogió de hombros.

— Exacto, los bichos se detuvieron. Se están ocultando...¿pero de que?— pregunté con miedo, Morgana apareció a mi lado con una mueca un poco avergonzada y apunto hacia la derecha;

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now