Nuevo Amanecer[COMPLETA]✔️

~~~••Capítulo 41••~~~

Fui creciendo y mi cerebro creó una realidad alterna, una donde Megan era mi madre, una donde yo no tenía en mi interior esas voces, esa locura característica de mi verdadera madre.

Una realidad donde yo me llamaba Ana Adams y no Alaska Adams Brown o quién sabe, si me hubiese criado con mi madre seria Alaska Adams Macondo.

Fin de flashback:

Deborah me observo con los ojos muy abiertos y yo mire a mí alrededor y me sentí perdida.

Era su hija, su hija.

Toda esa venganza, ese gran plan como para destruir un gobierno entero corrupto fue para destruir a… a… mi… a mi madre.

Mire los móviles que aun transmitían en vivo.

Las manos comenzaron a temblarme, sentí odio, nervios, asco, ganas de matar a todos.

Mátalos. Mátalos. Mátalos.

Me puse las manos en los oídos y apreté fuerte los ojos.

Todo dentro de mí se mezclo.

Dentro de mí tenía su sangre, la sangre de ese fenómeno.

No bastaba con tener la de Marcel sino también la de Deborah.

Una parte de mi era como ellos, yo era como todas las personas sentadas en esa mesa, había llegado creyendo que era la única que no era como ellos pero no, era igual a todos, tenía esa oscuridad dentro de mí, no, no.

NO QUERIA SER ASI.

NO QUERIA SER COMO ELLOS.

De pronto todo sucedió.

Todo tan rápido.

Tan veloz.

Que mis ojos no lograron percatarse de muchas caras, de que sucedió con este o con aquel pues de pronto solo vi a Deborah desaparecer y la mesa levantarse como si unas manos gigantes invisibles la alzaran, como si por ese instante las leyes de la física no sirviera para nada, los platos, vasos y cucharas cayeron al suelo y:

DISPAROS.

Mis hombres dispararon en dirección a Deborah por algún motivo que mi cerebro no logro procesar, todos caímos al suelo al ver la mesa elevarse y entonces lo capte:

DEBORAH.

Ella había aprovechado el momento, había elevado la mesa con ambas manos y con toda su fuerza para distraernos y poder huir, ahora estaba oculta tras la gran mesa y por mucho que mis hombres disparaban las balas eran detenidas por la gigante mesa.

En esos segundos me vi perdida.

No supe qué demonios hacer.

Les había indicado a mis hombres que en caso de intento de huida solo les quedaba algo:

MATAR.

Pero ahora estaba perdida.

¿Y si mataban a Deborah?

¿Y Cristian?

¿Y Daniel?

De pronto la cosa empeoró considerablemente.

Un golpe en las ventanas, el ruido del cristal rompiéndose en pedazos.

Luego disparos pero no eran de mis hombres.

¡¿Qué estaba pasando?!

Note que un grupo de encapuchados vestidos de negro habían entrado por la ventana, traían ametralladoras y comenzaron a disparar a matar.