Un sueño hecho realidad.

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—Patata rellena con carne, ¿has comido eso?

—¡Sí, me gusta mucho!

—Pues tendrás que esperar a comer eso otro día, hoy tenemos un rico plato de fideos con salchichas y huevo, —bromeaba éste, mientras le quitaba de la espalda la mochila— ¿te gusta eso?

—¡Hay Beto, ya me estás mintiendo, —le alegaba ésta, dándole una palmada en el brazo— hasta acá huelo las patatas! ¿Por qué eres así conmigo Beto? Te voy a causar con Pepe.

—¡Pero si era una bromita nada más!

—¡Si sabes que no me puedes engañar Beto!

—Por lo visto no, —decía éste— no hay manera de engañarte.

—¡Mejor vamos a comer, mi pobre guatita necesita comida! —Exclamaba ésta, corriendo al interior de la pequeña casa.

—Si quieres me esperas.

—¡Hay Beto, si tan lejos no queda la casa, —exclamaba ésta sin voltear— no creo que me vaya a perder en el camino, mejor apúrate antes que me coma todo!

No pasaría mucho tiempo de la llegada de Pandora, cuando el teléfono de la casa sonaba, dándole a entender a la pequeña que no era otra persona más que su madre, quien ya sabía que se encontraba con los hombres, dada la hora y que no aparecía en la casa. Era una costumbre arraigada la que tenía de quedarse en la entrada con los custodios del lugar, en especial si éstos eran José y Alberto, pues era con quienes mejor se llevaba.

En parte por lo permisivos que eran con ella y que a diferencia de los otros custodios, eran más jóvenes. Mientras tanto y lejos de la hacienda, específicamente en un orfanato de nombre “Nueva Esperanza”, Beatriz y Armando afinaban los últimos detalles en la adopción de la pequeña que tanto ansiaban tener, y que por fin se concretaba. Por fin, y tras años de intentos en lograr tener un hijo o una hija de manera natural, sus tan anhelados sueños se volvían una realidad, y en compañía de una pequeña de ocho años, abandonaban aquel lugar donde por fin aquella quimera era una realidad.

Armando y Beatriz se mostraban dichosos con su compañía, sentían que aquella niña era esa parte que faltaba en sus vidas, esa parte que hasta el momento solo llenaba Pandora, con la diferencia claro está, que aquella expresión que tantas veces habían utilizado con ella, ahora tendría un significado diferente. Dicha expresión no era otra más que “hija”.

Sin embargo, la pequeña se mantenía silente, quizás por el miedo de volver a ser rechazada o abandonada, ya que este era el tercer intento del orfanato por lograr encontrar a la familia adecuada para ella, dada su condición. Sus padres biológicos habían muerto trágicamente cuando la pequeña apenas tenía dos años.

Disfrutaban de una relajante tarde de domingo en un parque cercano a su casa, intentando que la niña pudiera entablar amistad con otros niños que junto a sus padres frecuentaban el lugar, sin imaginar que sería la última en que estarían juntos. Un conductor ebrio sería el responsable de teñir todo de rojo tras perder el control del vehículo que manejaba a exceso de velocidad, atravesando el parque en su loca carrera y matando a una veintena de personas.

Hombres, mujeres y niños fueron sus víctimas, dentro de ellas los padres de la pequeña, quienes alcanzaron a lanzarla lejos antes de ser impactados por el vehículo. Tras cruzar el parque y pasar de improvisto a la calle con su vehículo, era impactado por un camión que nada pudo hacer para detenerse. La violencia del impacto le provocó la muerte de manera instantánea.

Los padres de la pequeña sin embargo, morirían horas más tarde en el hospital, dada la gravedad de sus lesiones. Fue así como unos familiares se encargaron de los cuidados de la niña mientras se resolvía su futuro. Y a pesar de tener todo a favor para quedarse con ella, optaron por rechazarla, argumentando que no podían cuidarla. Fue así como llegó a aquel orfanato, a pocos días de cumplir tres años de vida.

Pandora (EN PAUSA)Where stories live. Discover now