—¿Estoy presentable? —dijo con inocencia. Sonreí.

—Claro que sí —respondí mientras me abrochaba los botones de la camisa y cogía la corbata que estaba en el suelo.

—Déjame a mí —me pidió y solté una carcajada.

—¿Desde cuándo sabes hacer el nudo de la corbata? —pregunté a sa- biendas de que nunca había sabido hacerlo; es más, era yo quien se lo hacía cuando vivía en esa casa.

—Tuve que aprender porque mi hermoso novio me dejó a cambio de un piso de soltero —replicó mientras terminaba de hacer el nudo.

—Hermoso, ¿eh?

Ella puso los ojos en blanco.

—Regresemos o todo el mundo sabrá lo que hemos estado haciendo.

—Me hubiese gustado que todo el mundo se enterase, pues así los niñatos se mantendrían alejados de mi novia. Sin embargo, a pesar de todo lo que habíamos vivido juntos, para la mayoría seguíamos siendo hermanastros.

Dejé que ella se fuera primero y fumé un cigarrillo mientras tanto. Sabía que a Noah no le gustaba que fumara pero si no lo hacía me volvería loco. Antes de marcharme algo captó mi atención. Su ropa interior estaba tirada bajo mis pies.

¡¿Se había ido sin nada debajo?!

Cuando regresé, la vi hablando con un grupo de sus amigos. Había dos chicos en él y uno de ellos tenía la mano puesta en su espalda. Respiré para tranquilizarme y me acerqué a ellos. En cuanto Noah me vio pasó su brazo por mi espalda y apoyó el rostro en mi pecho.

Me calmé. Ese gesto había sido suficiente.

—¿Has visto a Lion? —le pregunté mientras buscaba a mi amigo con la mirada. Estaba un poco preocupado por él. Me había llamado cuando estaba en San Francisco y me había dicho que su hermano Luca salía de la cárcel pronto. Llevaba cuatro años en prisión, lo habían pillado vendiendo maría, y nadie pudo evitar que lo encerraran en el trullo. Para ser sincero no me hacía mucha gracia que Luca saliese; no es que no me alegrase por Lion, al fin y al cabo mi amigo estaba solo y la única familia que le quedaba era su hermano mayor, pero sabía cómo podía llegar a ser el hermano de mi amigo y no tenía muy claro si a Lion le convenía tener a un exconvicto a su lado en esa etapa de su vida.

—Pues la verdad es que hace rato que no lo veo —dijo Noah—. De todos modos creo que ahora deberías ir a saludar a nuestros padres... —añadió y me puse tenso al instante.

Tras el secuestro de Noah, fue muy evidente que lo nuestro iba en serio y a nuestros padres no les gustó nada. Desde entonces se habían preocupado de que nos quedase claro cada vez que nos veían juntos. Ya sabía que mi padre no iba a permitir un escándalo de ese tipo: al fin y al cabo, éramos una familia pública y nos había dejado clarísimo que, de puertas hacia fuera, teníamos que seguir siendo solo hermanos, pero me había sorprendido que Raffaella no se pusiera de nuestro lado. Al contrario, a partir de aquel momento, me miraba con un recelo que me ponía de los nervios.

—¡Vaya! Mi hijo ha regresado —exclamó mi padre esbozando una son- risa falsa.

—Papá —contesté a modo de saludo—. Hola, Ella —saludé con el mejor tono que pude conseguir. Raffaella, para mi sorpresa, me sonrió y me dio un abrazo.

—Me alegro de que hayas podido venir —declaró desviando su mirada a la de Noah—. Estaba muy triste hasta que te ha visto.

Miré a Noah, que se había ruborizado y le guiñé el ojo.

—¿Qué tal en el bufete? —preguntó mi padre.

El muy cabrón me había puesto a trabajar para Steve Hendrins, un gilipollas autoritario que se encargaba del bufete hasta que yo tuviese experiencia suficiente para heredar el liderazgo. Todos sabían que estaba perfectamente cualificado, pero mi padre seguía sin fiarse de mí.

—Agotador —respondí intentando no fulminarlo con la mirada.

—La vida real lo es —me soltó entonces. Sus palabras me pusieron de peor humor. Estaba harto de escuchar ese tipo de chorradas, hacía meses que había dejado de comportarme como un niñato, había adoptado el papel que me correspondía y no paraba ni un minuto del día. No solo trabajaba para mi padre, sino que me quedaba un año de carrera y muchos exámenes por delante. La mayoría de la gente de mi clase ni siquiera sabía aún lo que era un bufete, y yo tenía más experiencia que muchos de los que ya tenían el título. Sin embargo, mi padre seguía sin confiar en mí.

—¿Bailas conmigo? —interrumpió Noah en aquel momento, evitando así que le soltara algún despropósito.

—Claro.

La acompañé hasta la pista de baile. Habían puesto una canción len- ta, y la atraje hacia mí con cuidado, intentando no dejar que mi mal humor o mi enfado recayera sobre la única persona que me importaba en esa fiesta.

—No te enfades —me pidió acariciándome la nuca. Cerré los ojos dejando que su tacto me relajara.

Mi mano bajó hasta su cintura, rozando la parte baja de su espalda.

—Es imposible enfadarme contigo sabiendo que no llevas nada debajo del vestido.

—No me había dado ni cuenta —contestó deteniendo la caricia. La miré. Era preciosa.

Junté mi frente con la de ella.

—Lo siento —me disculpé observándola y deleitándome con sus preciosos ojos.

Me sonrió un segundo después.

—¿Te quedarás esta noche? —preguntó entonces.

¡Joder!, otra vez la misma discusión. No pensaba quedarme allí, ya me había mudado hacía meses y odiaba estar bajo el escrutinio de mi padre. No veía la hora de que Noah se trasladase a la ciudad, todo sería mejor teniéndola a mi lado.

—Sabes que no —dije desviando la mirada hacia la gente que nos observaba de vez en cuando. Seguramente los hermanos no bailaban así, pero en ese momento me importaba una mierda.

—Hace dos semanas que no te veo, podrías hacer un esfuerzo y quedarte —me pidió, cambiando el tono de voz. Sabía que si seguíamos así terminaríamos discutiendo y no era eso lo que quería.

—¿Para dormir separados? No, gracias —solté de mal humor. Ella miró hacia abajo en silencio.

—Vamos, pecas, no te enfades... Sabes que odio quedarme aquí, odio no poder tocarte y odio escuchar las gilipolleces que mi padre tiene que decirme.

—Pues entonces no sé cuándo vamos a vernos, porque no puedo ir a la ciudad esta semana. Estaré liada con los exámenes finales y la graduación.

Hostia.

—Te recogeré y pasaremos algún rato juntos —propuse calmando mi tono de voz y acariciándole la espalda.

Ella suspiró y desvió la mirada hacia otra parte.

—No me hagas sentir culpable, por favor, sabes que no puedo quedar- me aquí —le pedí cogiéndole el rostro y obligándola a mirarme.

Me observó en silencio unos segundos.

—Antes te quedabas...

Sus ojos por fin volvieron a los míos.

—Antes no estábamos juntos —zanjé.

Noah no dijo nada más y seguimos bailando en silencio. La mirada de Raffaella no se apartó de nosotros durante todo el tiempo que estuvimos en la pista.

**¡Hola a todos!

¡Espero que disfrutéis de esta nueva versión mejorada de Culpa tuya! Para los que no lo sepáis, Culpa mía y Culpa tuya ha sido publicado por la editorial Montena, y está disponible en cualquier librería española. Para los que sois de fuera, podéis conseguir los libros por Amazon, itunes y cualquier plataforma de venta online. En cuanto sepa las fechas de publicación en Latinoamérica seréis los primeros en saberlo. :) **

¡Gracias a todos por acompañarme en este camino!

Podéis seguir las novedades en:

Instagram: mercedesronn

Twitter: mercedesronn

Facebook: Mercedes Ron Books

Youtube: Mercedes Ron

Culpa tuya © (2)Kde žijí příběhy. Začni objevovat