-No me toques, nunca lo hagas si quieres aunque sea respirar- amenace a la vez qué la soltaba y hacía lo de siempre.

Huir, querer huir de mi realidad y buscar a mi Victoria.

Pero cuándo llegué a la puerta de ésa condenada habitación escuché sus gritos cómo todas las mañanas, buscaba respuestas a sus preguntas aunque las sabía bien pero no quería aceptar porque le dolían pero a mi me daba igual, no la quería cerca y se lo haría saber las veces que ella considerará suficiente.

-Esa maldita está muerta Alexander, ella ni siquiera te quería para qué andes llorando por los rincones, me tienes a mi Vital, ¿Tan poco soy para ti?- dijo mientras explotaba en cólera.

Me giré sobre mis talones a la vez qué me apoyaba sobre la madera qué rechina por el peso impuesto en mi postura, analicé sus movimientos de manos y piernas al momento qué veía cómo yo la admiraba con indiferencia, no tenía qué ser experta para saber lo que respondería.

-¿Quieres la respuesta piadosa o la verdad?- interrogue colocando mis brazos sobre mi pecho.

Isabella frunció el ceño por mi pregunta sarcástica ya qué era rara la vez qué la dejaba elegir entré mis insultos hacía su persona, qué a comparación con la educación qué recibí sería un verdadero desastre tratar a una mujer así pero en ocasiones no somos lo que crían, simplemente somos lo qué se nos la puta gana de ser, aunque admitía que ella era muy idiota cómo para pensar por unos minutos qué ambos comentarios no serían hirientes para su mentalidad, pero no quería justificarme ya qué era un gran hijo de puta y sinceramente no me molesta serlo por el hecho de qué te toman enserió cuándo muestras tu verdadera cara y yo estaba cansado dejar ver mi bondad.

-La que te parezca adecuada- mencionó calmada y queriendo ocultar su sonrisa victoriosa.

Le sonríe cómo un gran actor a la vez que caminaba hacía ella sin dejar qué mi falsedad decayera, cuándo estuve frente a frente con esa estúpida cara le sostuve las mejillas con mucha más fuerza que la qué tendría qué usarse al mismo tiempo qué le decía con odio.

-Ni siquiera puedes compararte con Victoria Cariño, ¿Sabes por qué?- le dije secando las lágrimas qué caían sin qué ella pudiera hacer algo.

Se quedó en blanco buscando aunque sea algún gesto de mí parte qué le dijera qué lo dicho a continuación iba a ser una mentira, lastima qué no me gustaba mentir cuando podía decir la verdad.

-Ella estará por encima de ti las veces qué yo quiera, Victoria es dueña de mi cuerpo y alma, con éso no puedes competir y siendo completamente sincero contigo, no tienes la oportunidad de siquiera colocarte al lado de Smirnova, ella no se arrastra por amor ni muchos menos se menosprecia cómo tu, esa malcriada estaría dispuesta a quemar todo por mí, ¿Tú que me ofreces? ¿Placer? Ella me lo daría, ¿Dinero? No lo necesito, ¿Poder? Lo tengo, ¿Sabes qué me darías? Pena y lo harás siempre- le dije sin dejar de mirarla a los ojos.

Le sonreí al instante qué la soltaba con velocidad, me giré sobre mis pies mientras ellos me llevaban hacia la puerta, cuándo traspasé la entrada escuché cómo algo caía y se rompía en pedazos para luego volver a escuchar el gritó desgarrador de una mujer herida.

Pero vamos, ningún gritó en vano lograría qué tuviera consideración con su persona.

Caminé escaleras abajo con rapidez mientras caigo en cuenta qué me encontraba sin camisa pero ya era tarde cuándo llegué al último escalón quedando frente a todos los residentes de la mansión, levanté la mirada a la vez qué una sonrisa divertida florecía en mis labios.

-Buenos días- saludé bajando por completo las escaleras al mismo instante qué sacaba los lentes qué se encontraban en una mesita de noche junto a la pared de al lado.

El Adiós Dorado 1LWhere stories live. Discover now