❛❛𓄼 ࣪u𝗻𖦹❟❟🥛꒱

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─ Mi vida, llevas horas escribiendo que no oigo ni un ruido, ¿otra vez tienes un bloqueo?

La pregunta no extrañó a Mariano en absoluto, en las últimas semanas había sido muy frecuente para él sufrir bloqueos de escritor, tortuosos sin duda, que lo arrastraban a la frustración.
Tiraba y arrugaba papeles, desechaba más de la mitad de muchos cuadernos porque nada lo convencía, intentaba practicar cosas nuevas para ver si la inspiración regresaba y sólo terminaba más molesto con su cerebro de lo que ya estaba.

Pero aquella noche no, finalmente la inspiración había vuelto y fue gracias a que en la tarde chocó con la luminosa (y a veces algo excéntrica) existencia de Camilo. También chocó con Isabela la cuál lo miró muy feo para enseguida suavizar su expresión, pero eso mas bien lo asustó.

─ No mami, hoy no, hoy tuve una experiencia casi religiosa y me siento bendecido; fue como encontrar a un ángel.

Su madre se sentó muy curiosa en la cama.

─ Cuéntame cariño.

─ Sus ojos dulces y llenos de curiosidad─ suspiró Mariano levantándose de la silla─ su piel de un suave color canela, su risa tierna y contagiosa, su habilidad para alegrar tu alma con sólo sonreirte, su sentido del humor... ¡oh, que cuando estoy cerca suyo me siento tan vivo!

Y lo dicho fue una mínima fracción de lo que pensaba Mariano sobre el chico Madrigal, no le alcanzarían las palabras si intentara emular todo (sin freno) ni los años. Lo traía loco como a una cabra.

─ Oh hijo─ sonrió la señora enternecida por la pasión que su hijo desbordaba por aquella persona desconocida─ me alegra saber que eres tan feliz, amo verte feliz─ y lo abrazó por la cintura porque era a donde ella le llegaba.

─ Gracias mami─ Mariano le devolvió el abrazo gustoso─ pero si me disculpas aún tengo mucho que plasmar.

─ Sí, claro, te dejo escribir.

La señora Guzmán se retiró con las mejillas sonrosadas, la felicidad de Mariano era hasta contagiosa.

Incluso cuando ella se fue a dormir y no despidió a su hijo porque continuaba concentrado en sus sonetos, Mariano se mantuvo la noche en vela escribiendo sin parar, la imagen de la sonrisa lejana de Camilo, su luz inalcanzable, el brillo y esplendor que éste irradiaba estaban tan patentes en su mente que sentía que si no grababa en piedra sus impresiones del chico, se moriría.

Pero algo todavía molestaba a Mariano en lo más hondo, debajo de los bellos sentimientos que Camilo le producía, y era Isabela.

Isabela Madrigal era la nieta mayor de los Madrigal, primogénita de Julieta (también mayor de entre sus hermanos) y Agustín, un peculiar hombre. Isabela era el impecable e inamovible ejemplo de pulcritud, serenidad y belleza, no obstante Mariano tenía otro ideal de belleza en la cabeza, y sí, consideraba que Camilo era superior a su prima en todos los aspectos, todos excepto uno: Isabela era mujer, y Camilo hombre.

Para Mariano el sexo era sólo una cosa más a la lista, que Camilo tuviera rabo y no otra cosa ahí abajo le daba muy igual, el encanto del camaleoncito no cambiaría en absoluto siendo mujer o no, sin embargo su visión del mundo no era popular (por decirlo de forma suave) y un hombre con otro era algo impensable. Ahí surgía su dilema.

Alma Madrigal, la abuela de la famosa familia del Encanto, estaba obsesionada (por no decir otra cosa) con que Mariano se casara con Isabela.

No es que a Mariano no le pareciera hermosa la primaveral Isabela, ella era un primor y sin dudas tenía encanto, quizás si ella no fuera tan cortante y seca con él hasta se llevarían bien o se gustarían. Bueno, y si ella fuera Camilo, para qué mentir. Porque para Mariano, Camilo era el real ejemplo a seguir.

Ꮇaოá ᎷᎥlᎧ | MarianiloWhere stories live. Discover now